La dermatitis atópica es una patología muy frecuente que cursa con lesiones cutáneas rojas y exudativas que causan un picor muy intenso que incitan al paciente a rascarse de forma continua. Esta dolencia tiene un origen multifactorial, actuando en su origen factores genéticos y ambientales, defectos en la función barrera de la piel, cierta susceptibilidad individual a las infecciones cutáneas y otros factores del sistema inmune.
La dermatitis atópica también puede iniciarse en la edad adulta
La alteración de la barrera cutánea produce, en el estrato córneo de la piel, una disminución de unas sustancias llamadas ceramidas, que son una familia de lípidos que actúan como moléculas de reconocimiento o señalización celular que rellenan y sellan los espacios intracelulares evitando la pérdida excesiva de agua.
El eczema atópico es una enfermedad muy frecuente en la infancia que afecta a uno de cada cinco niños. Por lo general, en los enfermos de dermatitis atópica se pueden encontrar antecedentes de otras enfermedades atópicas, como por ejemplo la rinoconjuntivitis alérgica y el asma alérgico. Respecto a las lesiones, estas suelen aparecer en los codos, el cuello, las muñecas y los pliegues grandes de la piel, como las flexuras de los codos y las rodillas.
Sin embargo, la patología puede remitir en la vida adulta, aunque hay muchos pacientes que la sufren a lo largo de toda su vida. Se debe tener en cuenta que, en algunas ocasiones, la enfermedad puede comenzar durante la vida adulta. En este caso suele haber relación con un cambio del entorno. El paciente puede haber vivido durante su infancia y juventud en un clima húmedo y la enfermedad debuta al trasladarse a un ambiente seco, por ejemplo. Las lesiones aparecen entonces de manera típica en las flexuras, aunque hay un pequeño porcentaje de pacientes que sufren lesiones atípicas, como eczema numular, prúrigo o dermatitis seborreica, que hacen difícil el diagnóstico y que confunden al profesional sanitario.