El Parkinson afecta en España aproximadamente a unas 150.000 personas. El tratamiento de la enfermedad es eminentemente médico "pero hay un porcentaje de pacientes que pasados unos años dejan de responder al tratamiento o tienen que tomar unas dosis muy altas. En estos casos se aconseja recurrir a la cirugía" explica el Profesor Rafael García de Sola, Catedrático y neurocirujano del Instituto de Neurociencias Avanzadas Madrid (INEAMAD) del Hospital Nuestra Señora del Rosario.
Los pacientes que van a ser intervenidos son elegido por un equipo multidisciplinar compuesto por neurólogos, neurocirujanos, neuroradiólogos y especialistas en neurofisiología tras estudiar su caso y realizar todo tipo de pruebas diagnósticas.
La Estimulación Cerebral Profunda, que así se llama la cirugía para el tratamiento quirúrgico del Parkinson, consiste en implantar un electrodo en uno de los núcleos profundos cerebrales, implicados en esta enfermedad. Este electrodo se conecta a un estimulador (similar al marcapasos cardíaco), de manera que dicho núcleo cerebral es estimulado de forma más o menos continua, de acuerdo con las necesidades del paciente. Esta estimulación "modula" el comportamiento de las neuronas de este núcleo, consiguiéndose disminuir o suprimir la rigidez y el temblor.
"El resultado final es que el paciente queda sin temblor y con una disminución muy marcada de la rigidez en brazos y piernas. En un porcentaje de casos superior al 80% y sin secuelas quirúrgicas. Lo que incrementa de forma importante su calidad de vida" explica García de Sola.
Hoy en día se puede llegar a estos resultados, porque los avances tecnológicos permiten técnicas, como la Estimulación Cerebral profunda, que consiguen acceder a estos núcleos con gran precisión, gracias a la Resonancia Magnética de alto campo, a neuronavegadores con programas de software complejos y muy precisos, así como al control neurofisiológico intraoperatorio de la actividad espontánea y tras estimulación de las neuronas de dicho núcleo.
La intervención quirúrgica es de muy bajo riesgo quirúrgico, con muy baja morbilidad y prácticamente nula mortalidad. "Además, permite disminuir la cantidad de medicación necesaria para controlar la enfermedad. Y estudios muy recientes están demostrando que la implantación de este tipo de dispositivos y su funcionamiento mantenido en el tiempo mejora la evolución de la enfermedad de Parkinson, retrasando claramente el empeoramiento progresivo" aclara el doctor.