Mientras el mundo comienza la vacunación, los casos de COVID-19 en África subsahariana continúan en aumento y, aunque el número total de casos conocidos parece comparativamente menor que el de otras partes del planeta, la gran preocupación aquí es el infradiagnóstico, dado que, según todos los expertos, solo una pequeña parte de los casos de COVID-19 que se dan en esta zona son detectados.
Un reciente estudio ha hallado que entre el 15-20% de todas las muertes producidas en el Hospital Universitario de Lusaka (Zambia) entre junio y septiembre de 2020, fueron producidas por la COVID-19, un dato muy superior a la incidencia que sugieren los informes oficiales.
En un contexto en el que se asume que la vacuna llegará más tarde a África que a ningún otro lugar del mundo, pese a iniciativas como el Proyecto Covax, que persigue un reparto equitativo de la vacuna, el continente podría convertirse en el próximo epicentro de la pandemia, a medida que se avance en la inmunización en el resto del mundo. Una situación muy preocupante, dado que el virus se suma a desafíos sanitarios como el VIH, el sarampión o la malaria.
"Hay neumonías que probablemente podrían tener una etiología viral y el coronavirus podría ser el responsable, pero no lo sabemos porque no podemos diagnosticarlo", explica la Dra. Jeannette Boniche, directora médica del Hospital HGR Kanzenze de la República Democrática del Congo y enlace de la Fundación Recover en este país. Según la doctora, en estos casos hay una tendencia a desviar el diagnóstico hacia una posible tuberculosis, por lo que, ante la incertidumbre, reclama medios diagnósticos.
La falta de test para detectar la enfermedad es el principal problema que afronta este hospital en cuanto al abordaje de la COVID-19, junto con los problemas de higiene preventiva derivados de la falta de mascarillas y otro equipamiento de protección, según explica esta doctora. En su opinión, el hecho de que haya otras enfermedades en África aún más acuciantes no significa que se deba olvidar la pandemia. "Creo que hay que incluir la lucha contra el coronavirus dentro de las prioridades, al igual que lo están la malaria, el VIH o la prevención de la mortalidad infantil", remata.
"Aquí, la verdad es que el nuevo virus es una realidad paralela: se habla de él, está en el ambiente, pero en un segundo o tercer plano", explica el Dr. Arturo García, médico en el Hospital San Martín de Porres, en Camerún. Una visión que comparte Manuel Lago, consejero técnico en el Centro Médico-social Walé, en Costa de Marfil, quien explica que en este país se da la paradoja de que "los casos de enfermedad y fallecimiento se dan entre personas de clases altas y medias-altas", estando probablemente relacionados con desplazamientos a Europa y otras partes del mundo. En el campo y en los barrios populares de las ciudades no se conocen casos. No obstante, en el caso de que llegue el virus a estas zonas "es poco probable que sea diagnosticado".
Medidas de higiene
Igual que ha sucedido en todo el planeta, los gobiernos han decretado en África distintas medidas de higiene y distanciamiento social. Sin embargo, la situación en estos países hace muy complicado su cumplimento, ya que muchas personas carecen de instalaciones sanitarias para el lavado de manos y, por otra parte, el confinamiento no es una opción para la mayor parte de la población.
"La respuesta ha sido muy desigual en cada uno de los países. En general, en las grandes ciudades existe algo más de preocupación y se respetan las medidas en edificios públicos y de servicios, como bancos, tiendas… pero en el interior de los países, sobre todo en las zonas más rurales, no existe ningún tipo de prevención", explica el experto y comunicador especializado en África Chema Caballero. "La mascarilla ha quedado en muchas partes relegada a los conductores de moto-taxi, a los que sirve para protegerse del polvo del camino", añade.