Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades respiratorias crónicas constituyen la tercera causa de muerte en el mundo. Entre las enfermedades respiratorias crónicas destaca la hipertensión arterial pulmonar, una enfermedad considerada rara por su baja tasa de prevalencia pero que tiene elevados índices de mortalidad.
La hipertensión arterial pulmonar es una enfermedad originada por el estrechamiento de las arterias pulmonares que transportan la sangre del corazón a los pulmones. Al volverse más estrechas, se dificulta la circulación sanguínea a través de los vasos y la presión sanguínea de estas arterias se incrementa. Esto provoca un aumento del tamaño del ventrículo cardiaco derecho, donde se concentra la tensión, ya que tiene que realizar un esfuerzo mayor para seguir bombeando sangre hacia los pulmones.
Consecuentemente, el lado derecho del corazón se debilita de forma gradual hasta que pierde la capacidad para bombear sangre, lo que puede desembocar en una insuficiencia cardiaca.
En la mayoría de ocasiones la causa de la hipertensión arterial pulmonar es desconocida. Por ello, se denomina idiopática. Además, los síntomas de esta enfermedad (vértigo, fatiga, debilidad, etc.) son comunes a otras patologías, lo que dificulta su diagnóstico.
A pesar de ello, existen una serie de enfermedades que pueden desencadenarla, como las anomalías congénitas de corazón, la embolia pulmonar, la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), la enfermedad pulmonar, esquistosomiasis y la anemia de células falciformes. En ocasiones, ciertos fármacos pueden llegar a originar esta patología.
El desarrollo de fármacos de última generación y la aparición de tratamientos innovadores durante los últimos años, constituye una esperanza para que os enfermos con esta patología mejoren su calidad de vida.