En el marco del Día Mundial del Sueño, que se celebra el 16 de marzo, la Sociedad Española del Sueño (SES) tiene la voluntad de contribuir en la difusión de la importancia de detectar los trastornos respiratorios del sueño.
El síndrome de apnea-hipopnea del sueño se define como un trastorno de la respiración durante el sueño caracterizado por una obstrucción parcial o completa y prolongada de las vías respiratorias superiores, hecho que conlleva a una alteración de la ventilación normal durante el descanso.
Sus principales síntomas son los ronquidos nocturnos habituales (a menudo con pausas intermitentes, resoplidos o jadeos) y los problemas de comportamiento diurnos provocados por el desorden existente en los patrones de sueño.
Los pacientes que sufren trastornos respiratorios del sueño son más susceptibles de contraer otras enfermedades relacionadas con otros sistemas. Especialmente, en edades adultas, existe un riesgo muy elevado de padecer al mismo tiempo problemas cerebrovasculares y cardiovasculares, tales como enfermedades isquémicas del corazón o accidentes vasculares cerebrales.
Asimismo, la sintomatología producida por la apnea del sueño, también se puede ver incrementada si el paciente ya sufre otras enfermedades, tales como la obesidad, sobre todo en edades infantiles.
La obesidad infantil es un factor de riesgo para el desarrollo del síndrome de apnea-hipopnea del sueño. Los niños obesos tienen un mayor riesgo de sufrir varios trastornos, especialmente aquellos que afectan a los sistemas cardiovascular y metabólico. La presencia simultánea de obesidad y otras enfermedades generadas por el aumento de la grasa corporal representan un riesgo latente de acentuar el síndrome de apnea-hipopnea del sueño.
Ambas enfermedades comienzan a desarrollarse en una etapa muy temprana de la vida, la infancia, aunque el verdadero impacto de las enfermedades inflamatorias se hace patente a largo plazo, durante la edad adulta. Se estima que más de un 40% de los niños obesos sufren trastornos respiratorios del sueño y la prevalencia de ronquido en la población general infantil obesa se sitúa por encima del 50%.