Si desde hace unos años ya se observa un aumento en el número de ingresos hospitalarios por episodios psicóticos asociados al consumo de sustancias en población joven, tras varios meses de pandemia se ha producido un crecimiento exponencial. "En los primeros momentos, durante el confinamiento, la dificultad para conseguir sustancias ilegales ha estado asociada a más ingresos debidos a episodios psicóticos motivados por alteraciones conductuales provocadas por una interrupción brusca del consumo. Sin embargo, varios meses después, y ante la situación de incertidumbre generada, se ha objetivado un aumento del consumo de sustancias ansiolíticas como alcohol, sedantes o cannabis, que ha provocado que cada vez sean más frecuentes los episodios psicóticos asociados a dicho consumo", explica el doctor Adrián Neyra, del Hospital Universitario Doctor Negrín (Gran Canaria).
Asimismo, y según han puesto de manifiesto los expertos reunidos en el Simposio "Esquizofrenia y consumo comórbido de sustancias", organizado por la Alianza Otsuka-Lundbeck en el marco del 22º Congreso de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), este hecho es, especialmente, preocupante en las personas que padecen esta patología. Las mismas tienen hasta cinco veces más riesgo de presentar un trastorno por consumo de sustancias que el resto de la población. En ellas, la coexistencia de un trastorno adictivo y un trastorno mental, lo que se conoce como patología dual, produce efectos negativos en la evolución de la enfermedad.
En concreto, la doctora Enriqueta Ochoa, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal, indica que, diversos estudios refieren que entre el 40-60% de las personas con esquizofrenia presentarán un trastorno adictivo a lo largo de su vida. La doctora destaca el aislamiento o el temor al contagio como los factores que están influyendo en el aumento del consumo de alcohol por estas personas desde que empezó la pandemia, al igual que en el resto de la población. "Pero a esto hay que añadir que la pandemia ha afectado al acceso a los servicios de salud mental y de adicciones, dificultándose mucho la realización de algunas terapias, como las grupales, el acceso a ingresos para desintoxicación, etc.".
Además, los expertos han recordado que la esquizofrenia es, en sí misma, un factor de riesgo para el consumo de tóxicos. "En ocasiones y a pesar del tratamiento, la persistencia de síntomas, como alucinaciones auditivas, motiva que los pacientes consuman sustancias para intentar aliviarlos", indica el doctor Neyra. A su vez, el debut de la enfermedad está condicionado en muchos casos por dicho consumo. De hecho, como apunta este experto, hay estudios a largo plazo que concluyen que aproximadamente la mitad de las personas que sufren un episodio psicótico por cannabis, finalmente serán diagnosticadas de esquizofrenia.
Esquizofrenia: impacto del consumo de sustancias
Sin embargo, el consumo de sustancias en la esquizofrenia en las fases iniciales de la enfermedad impacta no sólo en su debut, sino también en: la adherencia al tratamiento, la resistencia terapéutica, la hospitalización, el riesgo suicida y la recuperación funcional. De todos ellos, el doctor Neyra considera que, "probablemente el más relevante sea la falta de adherencia al tratamiento antipsicótico. Los pacientes consumidores abandonan la medicación seis veces más que los no consumidores, lo cual aumenta exponencialmente la posibilidad de una recaída psicótica".
Los trastornos asociados al consumo de sustancias que presentan con más frecuencia las personas con esquizofrenia son los trastornos por consumo de alcohol y de cannabis. "A consecuencia de los mismos los pacientes también presentan más descompensaciones y más trastornos conductuales. En definitiva, implica mayor gravedad médica (aumento de síntomas, mayor impulsividad y más riesgo de violencia, suicidio y hospitalizaciones) y peor pronóstico (más riesgo de recaídas en el consumo, mayor riesgo de descompensación psicótica, menor adherencia al tratamiento)", resume la doctora Ochoa.
En este sentido, ambos expertos coinciden en que la situación provocada por la pandemia está repercutiendo en algunos de estos aspectos de manera significativa. "La pandemia aumenta el aislamiento social y dificulta el acceso a los servicios de salud, pudiéndose agravar los síntomas que presentan. Por ejemplo, los problemas económicos que viven algunos de los pacientes están motivando más cuadros de ansiedad y depresión. Y, en general, la atención médica presencial y el seguimiento intensivo está siendo más difícil".
¿Cómo preservar el deterioro del paciente?
Esta situación de pandemia hace, por tanto, que las personas con esquizofrenia con patología dual sean más vulnerables, por lo que se debe de prestar mucha atención a que no se queden sin tratamiento. "Dicho tratamiento debe centrarse en preservar el deterioro del paciente", incide la doctora Ochoa.
Para conseguir este objetivo es fundamental intervenir en las fases iniciales. El doctor Neyra recuerda que, "los pacientes consumidores son más sensibles a los efectos secundarios de los antipsicóticos que reducen la dopamina. Mientras que, la aparición de efectos adversos se relaciona con abandonos precoces de tratamiento. Además, teniendo en cuenta la tendencia al abandono de tratamiento oral, a estos pacientes se les debe plantear, desde el principio, la posibilidad de comenzar con tratamiento antipsicótico de liberación prolongada, que reduce las recaídas a largo plazo".
Por otro lado, este experto, señala que, "se debe tener en cuenta que en las fases iniciales las dosis bajas son las recomendadas. También debido a la alta sensibilidad a los efectos adversos, debemos usar fármacos que sean bien tolerados en general y plantear el tratamiento inyectable desde el principio. Todo esto aumenta las posibilidades de remisión de los síntomas y de recuperación funcional. Así que, si aseguramos el tratamiento en estas primeras fases es menos probable que los pacientes se deterioren a largo plazo".