El 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud, una fecha que se repite cada año desde 1948 coincidiendo con la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En esta edición, la OMS ha escogido como tema el de "Construir un mundo más justo y saludable", argumentando que la COVID-19 ha puesto de manifiesto que "algunas personas pueden llevar una vida más sana y tener mejor acceso a los servicios de salud que otras, debido enteramente a las condiciones en las que nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen".
Desde hace ya más de un año la pandemia de la COVID-19 ha afectado enormemente a nuestro estilo de vida, repercutiendo en nuestros hábitos, incluyendo los que tienen que ver con la salud. Con el confinamiento perdimos costumbres saludables como la de caminar al aire libre, y para muchas personas el estado anímico asociado a las circunstancias ha repercutido negativamente en su dieta. Estos patrones que asociamos al sedentarismo explican que casi la mitad de los españoles (el 44%) aumentara de peso durante el confinamiento, en la mayoría de los casos con una subida de entre uno y tres kilos, según se desprende de un estudio realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).
Nuevas prioridades para un mundo pospandémico
Todo ello hace que sea más necesario si cabe tratar de recuperar los buenos hábitos de salud y establecer otros nuevos una vez que las circunstancias lo permitan. La progresiva desescalada ha favorecido que podamos volver a caminar por parques y jardines, y con la entrada de la primavera y la llegada del buen tiempo será más fácil disfrutar del aire libre y socializar con otros, siempre siguiendo las pautas de distancia social pertinentes.
Mejorar nuestra salud pasa por recuperar los buenos hábitos, empezando por el ejercicio y la alimentación. Afortunadamente, la dieta mediterránea se asocia a un mejor control de nuestro peso, y toda una serie de ventajas para nuestra salud. Pero la dieta mediterránea va mucho más allá de los alimentos; se trata de una cultura y de un estilo de vida que implica realizar ejercicio activo y socializar, como puede ser tomando algo con amigos o familiares, compañeros de trabajo….
Y dentro de este esquema, la cerveza puede desempeñar un papel beneficioso a la hora de recuperar esas buenas costumbres. Porque, además de formar parte de nuestra cultura, bebidas como la cerveza o el vino son una opción que puede reportar efectos positivos para la salud siempre que se consuman con moderación, idealmente acompañando a otros alimentos.
De hecho, numerosos estudios indican que el consumo moderado de cerveza, que es una bebida natural, fermentada y baja en calorías, es perfectamente compatible con la dieta mediterránea y aporta compuestos que pueden ser beneficiosos para la salud cardiovascular o la microbiota intestinal.
Al igual que el resto de los alimentos fermentados, la cerveza aporta valores nutricionales valiosos ya que es rica en polifenoles, entre otros componentes. Estos aportan un efecto cardioprotector, lo que hace que el consumo moderado de cerveza esté asociado a un menor riesgo cardiovascular.
Pero hay que tener en cuenta que los efectos beneficiosos de la cerveza se observan únicamente cuando el consumo es moderado y responsable, por parte de adultos sanos, en el marco de una alimentación sana y equilibrada. Además, si se está tomando medicamentos, si se va a conducir, y en el caso de las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, el consumo de alcohol debe ser cero.
Se entiende por consumo moderado de cerveza entre 400-600 ml/día en varones y entre 200-300 ml/día en mujeres.