Según un estudio realizado por un equipo multidisciplinar coordinado por un farmacéutico de atención primaria, el 60% de los pacientes institucionalizados, es decir, los que están ingresados en residencias u otros centros, deberían modificar algún aspecto de su plan de medicación (PM) si se sometieran a revisiones periódicas de dicho plan.
Durante un año, dos equipos del Servicio de Atenció Primària Alt Penedes-Garraf (ICS) compuestos por médicos, enfermeras y farmacéuticos de atención primaria revisaron los planes de medicación de 1.759 personas en 22 residencias geriátricas y 2 centros de discapacitados. En base a esta revisión, recomendaron cambiar o retirar algunos de los medicamentos en 1.039 casos. Las principales razones por las que se produjeron estos cambios fueron que el paciente requería una pauta más adecuada a su situación clínica según la patología a tratar (53% de los casos) ó que el medicamento utilizado no estaba indicado (24% de los casos).
Los farmacéuticos de atención primaria consideran que es indispensable adaptar la terapéutica a la situación real de cada paciente institucionalizado, ya que según Isabel Rosich, una de las autoras del trabajo y miembro de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (Sefap), "este tipo de pacientes suelen ser personas mayores y con múltiples comorbilidades cuya situación clínica cambia y evoluciona más que en la población de menor edad". Por ello, destaca que "los farmacéuticos de atención primaria recomiendan revisar la medicación de este tipo de pacientes al menos una vez cada seis meses y supervisar periódicamente aquellos aspectos de seguimiento clínico y seguridad farmacológica más susceptibles de desencadenar un efecto adverso o problema relacionado con la medicación".
Según Rosich, realizar este tipo de revisiones permite identificar medicación que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo y que ya no es necesaria, es inadecuada o, incluso perjudicial para el paciente. La farmacéutica considera que estas revisiones, además, "reducirían sustancialmente los problemas relacionados con los medicamentos, el riesgo de efectos adversos, las reagudizaciones, y los ingresos hospitalarios".
Además, se trata de priorizar y de destinar más profesionales farmacéuticos en el área de la Atención Primaria para poder ser más proactivos en beneficio del paciente. Como destaca Rosich, "en este tipo de pacientes institucionalizados con alto grado de comorbilidades y polimedicación, el hecho de cambiar o retirar un determinado medicamento del plan de medicación no es una cuestión de costes, sino de mejorar su seguridad y su calidad de vida". En definitiva, se trata de"supervisar los tratamientos valorando beneficios y riesgos potenciales de los mismos; por ejemplo, a determinadas edades y según situación clínica, mantener medicación innecesaria o intensificar tratamientos en según qué patologías, no suele aportar beneficio y puede poner en riesgo a los pacientes".
Durante el estudio, que se llevó a cabo entre los meses de julio de 2015 y junio de 2016, los medicamentos que se más se retiraron del plan de medicación fueron los del sistema nervioso central (42 %) y sistema cardiovascular (25 %), antipsicóticos (10 %), ansiolíticos/hipnóticos (9 %), analgésicos (8 %), antihipertensivos del sistema renina/angiotensina (7 %), antidepresivos (7 %) y diuréticos (6 %). En 8 de cada 1.000 tratamientos modificados del PM, el cambio fue debido a la presencia de alguna reacción adversa o efecto secundario (Destacan 2 intoxicaciones por digoxina, somnolencia, hipotensión intolerancia gástrica).
Los farmacéuticos de atención primaria recuerdan también la importancia de añadir tratamientos necesarios para el paciente según diagnósticos, conciliar la medicación lo más rápido posible tras una transición asistencial (alta hospitalaria, visita a urgencias son las transiciones de más riesgo de errores de medicación en estos pacientes) así como de administrar los medicamentos correctamente.