Con la llegada del verano y la previsión del aumento de la temperatura, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología recuerda que los mayores son las personas que corren más riesgo por el calor al responder peor a las temperaturas extremas y porque la sensación de sed en ellos es menor, por lo que no demandan el agua que necesitan y la rapidez de la deshidratación es mayor. Además, este riesgo se ve incrementado si la persona sufre sobrepeso, enfermedades crónicas o está medicado.
El organismo está preparado para mantener una temperatura casi constante (alrededor de los 36 a 37 grados centígrados). Cuando la temperatura del cuerpo rebasa los 41 grados se produce una hipertermia, superando los mecanismos de regulación térmica de los que se dispone y originando el temido golpe de calor, situación en la que el organismo ya no puede responder a las altas temperaturas con repercusiones tan graves que podrían derivar en un fracaso orgánico irreversible.
Según explica la doctora Lourdes Ausín, geriatra de la Residencia Pública Parquesol de Castilla y León y miembro de la SEGG, "los síntomas de la hipertermia son dolor de cabeza, sensación de boca seca y pastosa, náuseas, vómitos, mareos, escalofríos, desorientación, piel seca y enrojecida, disminución de la respuesta, perdida de conciencia o confusión y no sudoración ante las temperaturas altas".
Para prevenir la hipertermia hay que evitar la exposición al sol cuando las temperaturas son elevadas, sobre todo las horas de mayor intensidad (12 a 16 horas) y con una humedad relativa alta (mayor del 60%). Además, no hay que realizar ejercicio ni deportes que aumenten el esfuerzo y la sudoración en momentos de calor. Es preferible elegir ropa adecuada de tejidos ligeros, como el algodón y de colores claros, preferentemente. Además, es recomendable el uso de sombreros o gorras que protejan la cabeza del sol.