Según estimaciones del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), durante el primer año de la nueva ley del tabaco se calcula que han abandonado el tabaco 600.000 antiguos fumadores y se han dejado de vender 500 millones de cajetillas, datos positivos para la salud tanto de los fumadores como de las personas que les rodean.
De hecho, los primeros datos provisionales que aporta la CNPT indican que los ingresos hospitalarios por infarto agudo de miocardio se habrían reducido más de un 10% en 2011 y los ingresos hospitalarios por asma infantil más de un 15%, gracias a que los menores ya no inhalan humos nocivos en locales de ocio y que se ha reducido la exposición en los hogares por una mayor conciencia social de los riesgos que eso supone.
El tabaco es un carcinógeno ambiental para el cual no hay un nivel seguro de exposición, cualquier cantidad es peligrosa. El humo del tabaco contiene una mezcla mortal de más de 4.000 sustancias químicas y compuestos, de los cuales cientos son tóxicos y por lo menos 70 causan cáncer. De hecho, una de cada tres muertes por cáncer está relacionada con el tabaco.
El tabaco puede causar, también, enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Incluso, una breve exposición pasiva al humo puede provocar enfermedades cardiovasculares y puede desencadenar eventos cardiovasculares agudos, como el infarto cardiaco..