La búsqueda de la felicidad ha sido una constante a lo largo de la historia. Desde las antiguas filosofías hasta convertirse en una ciencia, el ser humano siempre ha buscado comprender y definir la felicidad y la ha perseguido al mismo tiempo. Aunque el concepto de ‘felicidad' ha ido variando a través del tiempo, la ciencia, en estos últimos años, ha desmontado algunas creencias y, al mismo tiempo, ha arrojado luz sobre aquellos factores que sí influyen en el bienestar emocional y ha puesto sobre la mesa la importancia que tiene la felicidad para la salud mental de la persona. Por este motivo, cada 20 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Felicidad.
Campos como la neurociencia o la psicología positiva han identificado varios elementos clave que están directamente relacionados con niveles más altos de felicidad y satisfacción con la vida propia. Estos elementos son mucho más sencillos de lo que se puede pensar y están al alcance de cualquiera. Más que tener lo que se quiere, están relacionados con querer lo que se tiene. Pero, ¿qué ocurre cuando se entra en una crisis? ¿Siguen esos elementos tan importantes al alcance de la persona y su entorno? Varias investigaciones muestran que las personas adaptan su capacidad de ser feliz a los contextos difíciles o de crisis en los que su calidad de vida se ve afectada. Un ejemplo de ello es un proceso en el que un paciente y su entorno viven la experiencia de un cáncer.
"Durante un proceso oncológico, la experiencia de la felicidad se ve desafiada por muchos factores y emociones que pueden ser el resultado del diagnóstico, del tratamiento que esté recibiendo el o la paciente, de los efectos secundarios asociados, de la incertidumbre ante el futuro y, especialmente, de cómo afecta todo esto a su calidad de vida", explica Miren Barrutia, especialista en psicooncología de IMQ Amsa.
Para la experta "es común que aparezcan el miedo, la angustia, la tristeza, la decepción o el enfado". Emociones que parecen chocar con la idea de felicidad. Si a eso se le suma "esa dictadura del positivismo que últimamente llena las tazas de café, las agendas y las miles de sonrisas de las redes sociales, la incomodidad ante esas emociones crece".
"Pero la felicidad no trata de no sentir todas esas emociones, ni obviarlas, ni rechazarlas. Trata de permitirnos sentirlas, de dejarlas su espacio. Y si nos permitirnos compartirlas con amigos, escribir sobre ellas, dejarlas estar, quizá podamos dejar paso a esas otras emociones, más agradables o placenteras, que a veces nos cuesta tanto encontrar. Porque incluso en momentos de crisis, en pleno tratamiento del cáncer con quimioterapia, radioterapia, o a punto de entrar en quirófano, las distintas emociones pueden coexistir, y deben hacerlo", pone de manifiesto Barrutia.
Un proceso oncológico suele poner la vida patas arriba. Se vive habitualmente como una "onda expansiva" que afecta a gran parte de las áreas de la vida de la persona y su entorno. Sin embargo, "siguen siendo sus vidas". En este sentido, muchos de los hábitos que pueden acercar a los pacientes y sus familiares a la felicidad se pueden relacionar con unos elementos clave que la psicología positiva establece como fundamentales: las relaciones, la gratitud, las actividades significativas y el estar presente.
En lo relativo a las relaciones, Miren Barrutia señala que una de las cosas que suele ocurrir durante un proceso oncológico es que el paciente tiende a aislarse, distanciándose a veces de amigos y familiares, por motivos distintos. "Precisamente, cuando más necesitamos el apoyo de la gente que queremos, cuando más cariño y abrazos necesitamos, más nos alejamos de ellos. Y es precisamente en ese momento cuando debemos poner nuestra fuerza en cultivar las relaciones. Elegir bien aquellas en las que se quiere poner la propia energía y dejar que aquellos seres queridos que pueden ofrecernos bienestar, consuelo, risas, y cariño, puedan acercase a nosotros".
Otra de las claves es la gratitud, es decir, el reconocimiento. Durante un proceso oncológico, en el que es común que el malestar y a veces el dolor estén presentes habitualmente, en el que los planes y proyectos se ven en ocasiones truncados o pospuestos, es complicado atender a la gratitud. "Pero durante el proceso, siguen ocurriendo cosas bonitas y es fundamental estar atento a ellas para que no pasen desapercibidas. Un mensaje cariñoso, una amiga que nos trae unas pastas, el abrazo de un hijo, etcétera, cada pequeña cosa cobra valor cuando se lo damos. Cada vez que aprecio lo que tengo, hago que se incremente el valor de las cosas buenas de mi vida. Hacer el ejercicio de identificar, cada día, aquellas pequeñas cosas por las que sentirse agradecido o agradecida, es un gran paso que nos acerca a la felicidad".
Otra clave importante es buscar actividades significativas. "Tanto si hablamos de actividades importantes como si hablamos de las pequeñas decisiones diarias, es importante que tengan un significado para nosotros. Cuando el paciente pasa por un tratamiento o está recién operado, su ritmo de vida cambia necesariamente. Y quizá algunas, o incluso muchas, de las actividades que le hacían disfrutar, ahora dejan de hacerlo. Es evidente que puede haber actividades que no va a poder hacer, o no al menos como las hacía; se trata de buscar de qué otra forma podría seguir disfrutando de esa actividad e incluso de qué otras actividades, compatibles con un tratamiento, o con una convalecencia, puede disfrutar".
Por último, otra clave en la búsqueda de la felicidad es estar presente. Esto es algo además, que se ha vuelto "más difícil de conseguir con las nuevas tecnologías" pero hay muchas y distintas maneras de estar presente. "De manera formal, sentado haciendo yoga o meditando, y de manera más informal, estando atentos, sin distraernos en una conversación. Se trata de estar presente en el lugar y en el momento; estar presente en nosotros, haciendo todo aquello que nos conecta con nosotros mismos, cuidando de nosotros. Tomar las riendas de la vida que tenemos, aprendiendo a identificar aquellos momentos de alegría, gratitud, conexión con la gente que queremos y nos quiere, y que eso nos dé la fuerza para afrontar los desafíos que la enfermedad presenta de una manera más efectiva y con mayor bienestar emocional. Es decir, dejar de buscar la felicidad, para comenzar a vivirla", concluye la experta.