La mayoría de los factores de riesgo para que una mujer desarrolle cáncer de mama no son modificables como: ser mujer, la edad de la primera y última regla, etc. Es decir, apenas se puede evitar que la enfermedad aparezca. Sin embargo, gracias a las tecnologías de detección precoz disponibles -como las mamografías-, el tumor puede detectarse en sus primeras etapas y, con ello, mejorar su pronóstico. Actualmente en el Estado, las mujeres inician sus revisiones para detectar alguna posible anomalía entre los 45 y los 50 años -dependiendo de la Comunidad Autónoma- y terminan a los 69. Sobre esta medida, la especialista en Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universidad de Navarra, Begoña Olartecoechea, recomienda "iniciar el cribado antes y prolongarlo durante toda la vida de la mujer".
"Lo ideal sería que todas las mujeres se realizaran la primera mamografía entre los 35 y los 40 años. Así, esa primera radiografía funciona como base y se puede comparar con las que realicen posteriormente, lo cual permite llevar un mejor control. Además, deberían prolongarse -siempre que tenga sentido- a lo largo de toda la vida, ya que hay mujeres con 85 años que pueden ser tratadas y superar la enfermedad y, por ello, lo ideal sería que continuaran dentro de un sistema de cribado", ha explicado Olartecoechea.
La especialista en Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universidad de Navarra ahondará y profundizará en el diagnóstico precoz del cáncer de mama el miércoles, 9 de octubre de 2019, a partir de 19.00 horas en el marco de la jornada divulgativa Encuentros con la Salud. La ponencia, que lleva por título Diagnóstico precoz del cáncer de mama tendrá lugar en la Biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao, será gratuita y estará abierta al público general hasta completar el aforo.
El cáncer de mama afecta a una de cada ocho mujeres y, al igual que sucede con otros tipos de cáncer, el hecho de localizarlo en sus primeros estadios aumenta exponencialmente las opciones de superarlo. De hecho, tal y como comenta la Dra. Olartecoechea, en sus primeras etapas "la enfermedad puede tratarse con una intervención quirúrgica, radioterapia y, en algunos casos, una pastilla diaria durante cinco años, que previene el riesgo de desarrollar un nuevo tumor". Los avances en los tratamientos han hecho que este sea uno de los cánceres con mejor pronóstico, ya que más de un 85% de las pacientes están vivas a los cinco años.
Control personalizado
En cuanto a las pruebas que se deberían llevar a cabo para el cribado, la especialista explica que "la mejor opción es combinar una mamografía y una ecografía porque son técnicas complementarias, hay cosas que permite ver una y la otra no y viceversa. Además, hoy en día contamos con nuevas opciones como la tomosíntesis, una forma avanzada de mamografía digital que reproduce la imagen del pecho en cortes o secciones y que, al reducir enormemente la superposición del tejido, permite estudiar mucho mejor la mama y detectar anomalías".
Además, la especialista también ha recalcado que "es fundamental personalizar el proceso de cribado en función de la paciente. Siempre hay que investigar si existe algún antecedente familiar para detectar a aquellas mujeres que pueden presentar alguna alteración genética heredada, ya que en esas ocasiones, que suponen entre un 5 y un 10% de los casos, el riesgo de que desarrollen la enfermedad se dobla. En esos casos, se aconseja a la mujer que, tras completar la lactancia, se someta a una cirugía reductora de riesgos en la que se retire la glándula mamaria por completo y, posteriormente, se le reconstruya, o bien hacer controles cada seis meses".
"En el caso de estas pacientes con más riesgo, en ocasiones, el cribado debe realizarse cada seis meses desde los 20 o los 25 años y a las pruebas habituales se añade una resonancia magnética, ya que es la prueba más sensible y que detecta, cuando la hay, más enfermedad", ha mostrado la Dra. Olartecoechea.