La violencia contra las mujeres es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas y devastadoras del mundo. Según datos de Naciones Unidad, entre 2005 y 2016 un 19% de las mujeres de entre 15 y 49 años dijeron que habían experimentado violencia física o sexual, o ambas, a manos de su pareja en los 12 meses anteriores a ser preguntadas sobre este asunto.
Como señala Pedro Adrados, psicólogo clínico del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, la violencia de género es un tipo de violencia específico, aquel que perpetra un hombre sobre una mujer, haciendo valer una posición de superioridad que nuestro modelo de sociedad fomenta y tolera. Dicho modelo transmite a nivel intergeneracional valores y referentes, creencias, prejuicios y mitos que legitiman la desigualdad, la subordinación o la inexistencia simbólica de las mujeres.
El especialista señala que a diario ven en consulta "mujeres cuyos sufrimientos y malestares son indicadores de ser víctimas de violencia de género". Las consecuencias físicas y mentales en la víctima son especialmente graves, sobre todo por dos motivos: "por una parte, los privilegios e impunidades con los que cuenta el agresor por el solo hecho de ser hombre y, por otra, las dificultades de la víctima para identificar el maltrato y encontrar apoyos que le hagan sentirse más o menos segura para salir de él".
En este sentido, Adrados destaca la falsa percepción que existe hoy en día en nuestro entorno de que las relaciones entre hombres y mujeres son igualitarias. "Es lo que Nuria Varela, escritora experta en violencia de género, denomina velo de la igualdad. Sin embargo, las cifras muestran otra realidad". Algunos ejemplos de ello son las diferencias salariales (en 2015 en España las mujeres ganaron un 16,3% menos que los hombres) o el acceso a puestos directivos (en 2016 solo un tercio de los directivos de la Unión Europea eran mujeres).
Adrados incide, además, en tres aspectos fundamentales que es necesario aclarar. En primer lugar, tener en cuenta que la violencia de género no se circunscribe únicamente al ámbito de la pareja. En segundo lugar, ser conscientes de que no es solo física, sino que "se puede mostrar a través de múltiples maniobras y estrategias, como por ejemplo: formas de coacción, control y chantaje emocional, desvalorización, marginación, etc".
Por último, afirma que son necesarias "más terapias y más específicas con maltratadores" teniendo en cuenta los aspectos enumerados y "trabajando en desmontar las múltiples estructuraciones sociales e individuales de su identidad masculina, es decir, hablamos de un cambio a nivel subjetivo, corporal y vincular". Por último, aboga por "implementar políticas públicas que promuevan una masculinidad no hegemónica, ya que las actuales actúan como defensoras y perpetuadoras de aquella, y sin ellas es muy difícil hacer cambios que vayan más allá de los esfuerzos individuales".
¿Sabemos distinguir entre agresividad y violencia?
Es importante resaltar que hombres y mujeres pueden ser agresivos. Como apunta Pedro Adrados, "la agresividad es una reacción del ser humano ante situaciones de ataque real, de superación ante la adversidad, de impotencia o de miedo".
Del mismo modo, hombres y mujeres pueden llegar a ser violentas, entendiendo por violencia el comportamiento encaminado a humillar al otro: "aquí hay un intento por parte del violento de someter, no es únicamente una reacción frente a algo". Se trata, por tanto, de comportamientos que nada tienen que ver el uno con el otro, de hecho, puede haber violencia sin agresividad y, al contrario, agresividad sin violencia.
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. El teléfono 016 atiende a las víctimas de malos tratos, es gratuito, funciona 24 horas al día y no deja huella en la factura.