El promedio en la prevalencia de vejiga hiperactiva tanto en Europa como en Estados Unidos es de 35% en la población de mujeres mayor de 18 años. Esta prevalencia se incrementa con la edad. En España un estudio reciente la sitúa en torno al 25,6% de las mujeres mayores de 40 años.
La vejiga hiperactiva es un síndrome caracterizado por la urgencia miccional.
Según explica el Dr. Fernando Teba del Pino, urólogo del Hospital San Camilo de Madrid, la vejiga hiperactiva es un síndrome caracterizado por la urgencia miccional (imposibilidad para retrasar la micción) asociada a frecuencia (aumento del número de micciones) y nocturia (levantarse varias veces por la noche) con o sin incontinencia por urgencia. Esta enfermedad produce cambios negativos importantes en la calidad de vida de los pacientes, afectando su vida laboral y social.
Las causas de la vejiga hiperactiva pueden ser debidas a anormalidades del tracto urinario inferior (infecciones, cuerpos extraños, neoplasias, etc.), neurogénicos, sistémicas (insuficiencia cardiaca congestiva, diabetes mellitus), psicológicas o por hábitos dietéticos. Cuando no se observa una causa de la hiperactividad vesical se la denomina idiopática.
El tratamiento inicial de esta patología habitualmente, según destaca el Dr. Teba, se efectúa con medicamentos, pero estos fármacos tienen con frecuencia efectos secundarios (sequedad de boca, estreñimiento, visión borrosa) o disminuye su eficacia con el tiempo, por lo que muchos pacientes abandonan el tratamiento. La toxina botulínica se presenta como un tratamiento alternativo para los pacientes que no respondan o no toleren los medicamentos, así como para pacientes en los que este contraindicado el uso de estos medicamentos o anticolinérgicos (glaucoma, megacolon, etc.).
Su empleo en el tratamiento de la vejiga hiperactiva se realiza en quirófano con sedación suave o raquianestesia. No se necesita ingreso, solo unas horas en el hospital de día para recuperarse de la anestesia y comprobar que el paciente consigue orinar espontáneamente y no aparecen complicaciones. El efecto dura seis meses de media y se obtienen resultados similares con las reinyecciones.
Su utilización produce un menor número de micciones diurnas y nocturnas, menos episodios de urgencia miccional y de escapes de orina, con lo que se consigue una mayor calidad de vida de los pacientes, una recuperación de su autoestima y una reincorporación a la vida laboral y social.