El confinamiento al que obligó la pandemia desatada por la COVID-19 entre los meses de marzo y junio de 2020 supuso una prueba para la salud mental de toda la población, pero sobre todo para la de aquellas personas diagnosticadas de un trastorno mental grave.
En mitad de ese contexto, el equipo de profesionales de la Línea de Rehabilitación Psicosocial (LRHP) de Hermanas Hospitalarias realizó un seguimiento vía telefónica de los usuarios con trastorno mental grave del Centro de Rehabilitación Psicosocial (CRPS) y Programa de Apoyo Sostenido (PAS) de Cáceres, recursos concertados con el Servicio Extremeño de Salud. "Nuestro principal objetivo con dicho seguimiento telefónico era minimizar el impacto que esta situación podía generar en el bienestar de nuestros usuarios", señala Raquel García Dávila, terapeuta ocupacional de la LRHP, que explica que una de las formas de mitigar el malestar que puede producir una situación estresante como un confinamiento es tener rutinas saludables, por lo que empezaron a trabajar "motivando a los usuarios para que tuvieran rutinas de autocuidados, desempeño doméstico, actividad física, actividad mental y ocio".
A raíz de este seguimiento, el equipo de investigación de la LRHP tuvo la idea de hacer un análisis sobre el impacto que las actividades de ocio podían tener en el afrontamiento del confinamiento. "Nos dimos cuenta de que aquellos usuarios que expresaban un mayor grado de malestar no realizaban actividades de ocio, mientras que los que sí las realizaban de forma regular y variada verbalizaban que el confinamiento les estaba siendo más llevadero", razona García Dávila.
Partiendo de la base de que el ocio era un factor de protección a considerar, los investigadores lo convirtieron en el punto de partida para la realización de un análisis cuantitativo y cualitativo de las actividades de ocio que estaban llevando a cabo los usuarios durante el confinamiento, con el objetivo fundamental de detectar posibles necesidades y/o fortalezas para enfrentarse a situaciones estresoras con potencial para amenazar la salud o el bienestar.
Para evaluar el impacto de las actividades de ocio, que son aquellas de libre elección, aportan una vivencia placentera y satisfactoria y, además, son deseables por sí mismas (no por el fin o el efecto que produzcan), los autores del análisis elaboraron dos cuestionarios. El primero analizó de manera cuantitativa 16 categorías de actividades de ocio, midiendo en cada una de ellas su ejecución (si el usuario la realiza o no), el tiempo y la frecuencia de ejecución, la ejecución previa (si el usuario la realizaba ya antes de la pandemia) y el grado de satisfacción. En el segundo, por su parte, se incluían una serie de preguntas de respuesta subjetiva a fin de valorar la percepción que los usuarios tenían sobre la actividad y sobre el impacto de la misma en su bienestar.
Según los resultados del análisis, en el que participaron 75 usuarios, las tres actividades de ocio que más usuarios compartieron fueron música (61 usuarios), actividades culturales (52) y deportes (45) y todas ellas experimentaron un importante aumento en el número de usuarios respecto a las cifras previas al confinamiento. Concretamente, los usuarios que practicaron deporte y actividades culturales aumentaron en un 33% y los que escucharon música por placer en un 15%. Los incrementos fueron incluso superiores en otras actividades de ocio como la relajación (44%), la lectura (32%) o las actividades sociales (38%).
"En el caso de personas con trastorno mental grave, que en muchos casos tienen una vida muy sedentaria, presentan apatía y les cuesta mucho movilizarse, nos sorprendió mucho ver cómo empezaban a hacer actividades que normalmente no llevaban a cabo", reflexiona la terapeuta ocupacional.
Pero lo más destacable del análisis es que el 91% de los usuarios afirmaron que las actividades de ocio realizadas durante el confinamiento les ayudaron a llevar mejor la situación de encierro. Un dato que, según los autores, confirma lo demostrado por estudios anteriores: que las experiencias gratificantes como las que aportan las actividades de ocio ayudan a mitigar experiencias generadoras de estrés.
"Vimos con claridad que a aquellas personas que mantenían sus actividades de ocio o que las aumentaron durante el confinamiento, la experiencia les resultó mucho más llevadera", explica García Dávila, que señala que las actividades de ocio gratificante ayudan a cualquier persona, pero especialmente a las diagnosticadas de un trastorno mental grave, a cambiar durante unas horas el foco atencional de aquello que les preocupa. "El ocio ayuda a reparar sin duda el desgaste provocado por las exigencias del día a día. Y en una situación de estrés mantenido como fue el confinamiento, hacer algo que durante un tiempo te permite desconectar es una píldora de bienestar que ayuda a no pasarse todo el día preocupado, angustiado y agobiado", concluye.