La esofagitis es cualquier inflamación, irritación o hinchazón del esófago, el conducto que va desde la parte posterior de la boca hasta el estómago.
La causa más frecuente de esofagitis es el reflujo de líquido que contiene ácido que asciende desde el estómago hacia el esófago (reflujo gastroesofágico) y que irrita la mucosa del último. También se produce un alto riesgo de padecer esofagitis si el individuo ha presentado vómito excesivo, ha tenido una cirugía o radiación en el pecho (como en el caso de un cáncer pulmonar) o si toma medicamentos como aspirina, ibuprofeno, potasio, alendronato y doxiciclina.
Las personas que tienen el sistema inmunitario debilitado, como los que padecen sida, y los que toman ciertos medicamentos, como los corticosteroides, pueden desplegar infecciones que llevan a una esofagitis. La infección esofágica puede ser provocada por virus, como el herpes o el citomegalovirus, y hongos (especialmente infecciones por cándida). La infección o la irritación hace que los tejidos se inflamen y, ocasionalmente, se forman úlceras.
Respecto a la sintomatología, los pacientes se quejan de problemas para deglutir, de dolor y acidez que se localiza en el pecho, o de regurgitación ácida en la boca. Si la causa es el virus herpes, aparecen las típicas lesiones en la boca del enfermo.
Los problemas para tragar originan desnutrición o deshidratación y cicatrización final del esófago. Esta cicatrización puede llevar al desarrollo de una estenosis esofágica, en la cual los alimentos o los medicamentos no pueden pasar al estómago. Después de años de sufrir reflujo gastroesofágico, el enfermo puede desarrollar el llamado esófago de Barrett, que puede evolucionar hacia un cáncer de esófago.