Los datos más antiguos que se conocen de la hemofilia datan del siglo II, cuando los rabinos de la época deciden no circuncidar a los varones en cuyas familias hubiera problemas de hemorragia. El rabino Judah dictamina que un niño que tuviese hermanos mayores con problemas de sangrado no debía ser circunciso, y el rabino Simón Ben Gamaliel impidió la circuncisión de un niño porque los hijos de sus tres tías maternas se habían desangrado hasta morir. Ya en el siglo XII, el rabino Maimónides determinó que eran las madres las que transmitían la enfermedad.
En 1800 John C. Otto, un médico americano, hizo el primer estudio sobre familias hemofílicas y descubrió el papel de las mujeres portadoras en la herencia de la enfermedad. En 1928, el doctor Hopff se refiere a la enfermedad, por primera vez, con el nombre de hemofilia.