El urólogo hará una historia clínica competa y realizará un tacto rectal en el que el doctor inserta un dedo lubricado por el recto para palpar la próstata y evaluar el tamaño y la consistencia de la glándula.
También se deben realizar análisis de sangre para determinar el PSA (antígeno prostático específico), que se eleva en el caso de cáncer o inflamación de la glándula. Aunque los niveles de PSA por sí solos no ofrecen información suficiente para que los médicos puedan distinguir entre los procesos benignos de la próstata y el cáncer, el médico tendrá en cuenta el resultado de este análisis.
Después se deben determinar la tasa del flujo urinario para comprobar si la cantidad de orina expulsada es la normal y un análisis de orina con cultivo para descartar infecciones.
El ultrasonido (ecografía) transrectal y abdominal forman parte del estudio rutinario, ya que la ecografía abdominal sirve para valorar el tamaño de la próstata y descartar otras patologías de la vejiga, y la ecografía transrectal define concretamente el tamaño y la estructura de la próstata y las vesículas seminales.