La obesidad es una enfermedad que se caracteriza por un exceso de grasa en el organismo. Esta dolencia se produce por un consumo de calorías mayor a la cantidad de calorías que se gastan.
Las personas con depósitos de grasa altos (por encima del 25% de su peso corporal) presentan mayores riesgos de enfermedad cardiovascular, sobre todo si esta grasa presenta una distribución androide o de "forma de manzana"; es decir, que la grasa está acumulada en la parte superior del cuerpo, alrededor del abdomen.
La hipertensión consiste en el aumento de la presión sanguínea por encima de 140/90 mm Hg de media, medida en varias ocasiones. Este aumento de la presión sanguínea implica múltiples efectos negativos sobre el sistema cardiovascular, ya que obliga al corazón a trabajar con un mayor esfuerzo, provocando a la larga un aumento del tamaño del corazón y una deficiencia de su capacidad para bombear sangre a todo el organismo. Por otro lado, la hipertensión causa el endurecimiento de las arterias.
Las enfermedades cardiovasculares (que afectan al corazón y/o a los vasos sanguíneos) se encuentran entre las principales causas de muerte en el mundo. Existen varios factores que pueden predisponer a sufrir este tipo de enfermedades y la hipertensión es uno de ellos, junto con el colesterol alto en sangre, fumar, tener diabetes, llevar una alimentación rica en grasa, ser sedentario o padecer obesidad.
El exceso de peso corporal y, sobre todo, la obesidad, aumentan el riesgo de tener cifras de presión arterial altas. Por ejemplo, los individuos obesos de entre 20 y 45 años de edad tienen de cinco a seis veces más riesgo de sufrir hipertensión que los individuos delgados de la misma edad. Por el contrario, la disminución de un 10% del peso corporal reduce un 10% las cifras de presión arterial en personas hipertensas con sobrepeso.