Deporte, ocio y relaciones sociales, claves para evitar las secuelas psicológicas derivadas del confinamiento y de las nuevas restricciones

La situación de emergencia provocada por la COVID-19 ha supuesto un cambio significativo en las rutinas cotidianas de los ciudadanos. El estado de alarma y las restricciones de movilidad decretadas para frenar el avance del virus han alterado los hábitos de la sociedad y acciones tan usuales como trabajar, estudiar y relacionarse con el entorno se han visto trastocadas.

Dada la evolución de la tercera ola de la pandemia, en las últimas semanas se está volviendo a experimentar el confinamiento perimetral de algunos municipios dentro de España, incluso otros países de la Unión Europea, como Portugal o Alemania, han retomado un encierro similar al del mes de marzo. A estas limitaciones de movimiento, se suma el cierre de la hostelería y lugares de ocio, espacios que normalmente concebimos como ambientes de recreo y dispersión, y que está llevando a pasar gran parte del tiempo en los hogares, al igual que ocurrió al comienzo de la pandemia.

El doctor Joaquín Mateu Mollá, profesor del Máster Universitario en Neuropsicología Clínica de la Universidad Internacional de Valencia - VIU, hace hincapié en el desgaste que está sufriendo la población desde marzo y en "la percepción de que el esfuerzo realizado no permitió evitar una situación tan difícil como la actual, esta sensación estimula la aparición de un sentimiento de indefensión que se traduce en tristeza y ansiedad. El hecho de tener que asumir nuevas medidas restrictivas similares a las del inicio de esta crisis ejerce una tensión aditiva en el corazón de la sociedad: la sanidad, la educación y la economía. Esta tensión puede ser el impulso que desencadene problemas psicológicos notables y la fuente de preocupaciones sobre cómo serán las cosas cuando todo finalice".

Principales problemas emocionales del confinamiento y de las nuevas restricciones:

  1. Depresión y ansiedad: "las evidencias científicas apuntan a un incremento en la prevalencia de síntomas depresivos y ansiosos entre la población como consecuencia de los recientes cambios sociales. El hecho de no poder relacionarnos con nuestros seres queridos del modo en que lo hacíamos, las alteraciones en las dinámicas de trabajo, los condicionantes en el desarrollo académico o el menoscabo del tiempo dedicado al ocio al aire libre, suponen pérdidas que ejercen en la persona un efecto acumulativo, y que implican una experiencia de estrés".
  2. Insomnio: de igual forma, el insomnio, "particularmente el relacionado con la conciliación del sueño una vez nos acostamos, puede ser otro de los efectos psicológicos de esta situación".
  3. Estrés postraumático: la aparición de estrés postraumático es otro síntoma habitual, "sobre todo en personas que padecieron la enfermedad y experimentaron problemas críticos, o entre quienes perdieron a un ser querido como consecuencia de la COVID-19". En este sentido, son muchas las personas que se encuentran elaborando duelos intensos ante la expectativa de pérdidas importantes en el futuro o ante la evocación de las recientes. A lo que añadir "la pérdida de esperanza por un devenir diferente, a corto/medio plazo, puede también agravar la situación".
  4. Fatiga: otras dificultades adicionales implican la aparición de hábitos no muy saludables, especialmente en el terreno de la alimentación y el ejercicio físico, que en última instancia repercuten negativamente en el estado de salud y se asocian a problemas como el cansancio físico y mental o la erosión de la motivación.

Claves para paliar las consecuencias psicológicas del encierro y las restricciones decretadas ante la tercera ola

El doctor Mateu ha elaborado un decálogo de hábitos a incorporar a la vida cotidiana para evitar los efectos perniciosos en la salud mental de las nuevas limitaciones decretadas por las autoridades ante la tercera ola de la pandemia. La incorporación de estas rutinas en el día a día ayudará a mejorar el bienestar emocional, social y físico de los ciudadanos que ya empiezan a sufrir las consecuencias de un largo periodo de restricciones.

  1. Mantener actividades de ocio: la pérdida de hábitos gratificantes es común durante un confinamiento, y puede relacionarse muy estrechamente con los síntomas depresivos y ansiosos. Por esta razón el experto recomienda "hacer un listado de estas actividades y tratar de mantenernos implicados en ellas. También puede ser el momento para aprender algo nuevo para lo que antes no habíamos dispuesto del tiempo suficiente".
  2. Limitar el tiempo de conexión con dispositivos electrónicos: dedicar un tiempo excesivo a utilizar redes sociales limita las relaciones efectivas que mantenemos con las personas del entorno puesto que genera un paradójico aumento del aislamiento. Además, la información sobre la crisis puede ser contraproducente si excede los límites individuales de tolerancia.
  3. Interactuar con las personas más cercanas: "es fundamental preservar momentos de ocio compartido, con la familia o con aquellas personas que cohabitan con nosotros durante un confinamiento. Estas formas de interacción reducen las probabilidades de conflictos improductivos, estimulan un sano intercambio de sentimientos y permiten conocer las necesidades de todas las partes".
  4. Mantener vínculos sociales con las personas a las que no podemos visitar físicamente: en el caso de que no podamos mantener contacto físico directo con algunas de nuestras personas más queridas, por su situación de vulnerabilidad ante la amenaza de la COVID-19, o por cualquier otro motivo, es necesario garantizar un aprovechamiento de los recursos tecnológicos que permitan conservar la comunicación.
  5. Mantener hábitos regulares: "la regularidad es esencial en una situación como la que se deriva de un confinamiento", explica el psicólogo. "Esto se debe a que no disponemos de algunas de las claves que a menudo regulan nuestros ciclos naturales, como una menor exposición a la luz del sol o actividades que suponían una organización del tiempo, lo que puede conducirnos a conductas erráticas que carecen de propósito personal". Ser consciente de ello, y articular un horario para el día a día, puede reducir el impacto emocional de la situación.
  6. Alimentación sana: los estados de tristeza y de ansiedad pueden incitar el deseo de consumir alimentos hipercalóricos, lo que, sumado a la restricción física de una situación de confinamiento, aumenta el peso corporal y erosiona el estado general de salud. "es fundamental consumir alimentos variados y ricos en nutrientes, evitando la comida procesada".
  7. Ejercicio físico: establecer rutinas de ejercicio físico diario es esencial para mantener el estado de ánimo en niveles óptimos, y redunda también en una autoestima positiva. "La evidencia científica apunta a que las actividades de tipo aeróbico, muchas de las cuales podemos desplegar sin excesiva dificultad en nuestros hogares, son las que tienen unos efectos más potentes sobre la salud psicológica".
  8. Descansar adecuadamente: el experto recalca que "mantener un sueño reparador es fundamental, para lo cual, debemos comer y ejercitarnos en los momentos adecuados del día, y nunca antes de acostarnos". Además, revela que una higiene del sueño adecuada requiere no hacer siestas excesivamente largas durante el día, tratar de acostarse siempre a horas similares, vestir ropa cómoda, eliminar la exposición a fuentes de luz intensa durante la noche y propiciar un ambiente lo más oscuro y silencioso posible.
  9. Ser comprensivo con uno mismo: "sentir preocupación en una situación de confinamiento es totalmente normal, y no significa en absoluto que estemos padeciendo un problema de salud mental. Se trata de una respuesta natural en situaciones para las que no resulta posible predecir su resultado a largo plazo, y en las que además se percibe una amenaza para nosotros mismos o para nuestros seres queridos". También se recomienda escribir sobre sus experiencias en un diario personal o dedicar algún tiempo a revelarlas a los demás, intercambiándolas y minimizando la sensación de soledad.
  10. Vigila el posible incremento de conductas poco saludables: las personas que fuman en la actualidad, o que desarrollan actividades que revisten un riesgo para la salud, como el consumo de alcohol u otras sustancias, pueden ver agravada la problemática durante un periodo de confinamiento. Este hecho se debe a que muchas de tales conductas se relacionan funcionalmente con emociones difíciles de tolerar, siendo la ansiedad y la tristeza dos de las más habituales. Ser consciente de ello permite anticiparnos al riesgo y buscar formas alternativas que no empeoren la salud o el bienestar.

A todo lo anterior, el profesor añade la importancia de acudir a profesionales cuando se detecta algún síntoma de los anteriormente descritos y subraya que en ningún caso se trata de una señal de debilidad.

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