La alta incidencia de la coexistencia de adicciones y otros trastornos mentales, conocida como Patología Dual, está avalada "por múltiples estudios y tiene clara evidencia científica" en trastornos mentales como la depresión, la psicosis, el trastorno bipolar, los trastornos de la personalidad o el TDAH, entre muchos otros. Sin embargo, eso no está tan claro en el trastorno del espectro autista (TEA), lo que le ha valido el sobrenombre de la patología dual olvidada.
"El TEA es un trastorno que hasta hace relativamente poco (y aún hoy) ha pasado desapercibido para los psiquiatras de adultos. Pasaba algo similar con el TDAH, que parecía que era un trastorno exclusivo de los niños. Ya desde hace muchos años sabemos que el TDAH no se cura al cumplir los 18 años, por lo que hemos investigado y hemos visto su relación con el abuso de sustancias. Sin embargo, en el TEA eso no ha llegado hasta ahora. Y a esto hay que el hecho de que las personas con TEA tiene menos riesgo de desarrollar un trastorno por uso de sustancias que las personas con otros trastornos como el TDAH, la depresión o la esquizofrenia", afirmó el doctor Javier Correas Lauffer, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario del Henares (Madrid), durante su participación en el 25º Congreso de la Sociedad Española de Patología Dual, que reunió la semana pasada en Sevilla a más de 1.500 psiquiatras, psicólogos y profesionales sanitarios vinculados al ámbito de la salud mental.
El síntoma nuclear en las personas con trastorno del espectro autista es la dificultad que experimentan en la comunicación social. En ese sentido, en el caso de aquellas que presentan manifestaciones TEA menos graves (sin retraso mental ni trastorno del lenguaje), se ha observado el uso del alcohol como recurso para mitigar las dificultades en la interacción social. Como matizó el Dr. Correas, no se trataría de fobia o ansiedad social, sino de dificultad para entablar conversaciones fluidas y entender las convenciones sociales que facilitan la comunicación.
"Estas personas tienen dificultad para entender las convenciones sociales. Si yo le digo a alguien "bueno, pues nada, muy bien", lo que estoy queriendo decir es que hemos acabado. Sin embargo, ellos no captan esa parte de la comunicación social. Hay que decirles directamente, "muy bien, hemos terminado". Ellos ni son capaces de utilizar esas convenciones ni son capaces de entenderlas, hay que decirles las cosas directas, sin doble sentido, porque van a entender solo la literalidad del lenguaje. Además, también presentan dificultades a la hora de expresar emociones y de percibir las emociones de los demás", subrayó el miembro de la SEPD, que apuntó que esto "genera sufrimiento en las relaciones sociales, un malestar por no entender lo que ocurre y la sensación de que que no encajan en ningún sitio y en ningún lugar. Eso genera ansiedad, no por timidez (a veces son incluso muy extrovertidos), sino por esa dificultad en la relación social. Y esa ansiedad la pueden mitigar con alcohol, sintiéndose más cómodos en situaciones sociales".
Según todos los estudios, las personas TEA presentan menos problemas de abuso de sustancias que los afectados por otros trastornos mentales. "El problema es que aquellos que descubren que con el alcohol se sienten mejor en situaciones sociales, tienen mucho más riesgo de desarrollar un trastorno por uso de alcohol", señaló Correas.
Programas de habilidades sociales desde la adolescencia para prevenir el trastorno por uso de alcohol
Durante el simposio Espectro autista, la patología dual olvidada, se puso en valor la evidencia que tienen los programas de habilidades sociales en la prevención del consumo de sustancias entre las personas con TEA. "Trabajar en habilidades sociales de este tipo, enseñarles cosas básicas, herramientas de comunicación social que para los demás son convenciones sociales que aprendemos de forma natural (y que ellos aprenden muchas veces por ensayo-error) puede ayudar a prevenir el consumo de alcohol", argumentó el experto, que no obstante destacó la importancia de que estos programas se lleven a cabo cuanto antes, a poder ser en la adolescencia: "De esta forma se evita mucha frustración y malestar. Estos programas disminuyen los niveles de ansiedad en las interacciones sociales y, a su vez, ayudan a reducir el riesgo del recurso al alcohol".
En el caso de las personas TEA que ya han desarrollado un trastorno por uso de alcohol, el especialista señaló que estos programas son igual de valiosos como parte del tratamiento. "Hay que identificar qué ha llevado a una persona a usar el alcohol de forma patológica y en estos casos, tratando la ansiedad podemos ayudar al paciente a reducir el uso de alcohol. Además, es necesario trabajar toda la parte de psicoeducación para ayudarle a manejarse en esas situaciones sociales que le generan ansiedad sin necesidad de recurrir al alcohol", concluyó.