Tradicionalmente se consideraba al ictus como una patología propia de personas mayores, imposible de prevenir y a la que no se le adjudicaba la misma relevancia que a otras patologías como puede ser el infarto agudo de miocardio. "Esta visión ha cambiado drásticamente en muchos aspectos. Aunque la edad es un factor inevitablemente ligado al ictus, no se trata en absoluto de una afección limitada a grupos avanzados de edad, pudiendo sufrirla pacientes de todas las edades y en algunos casos con secuelas incapacitantes de por vida", expone la doctora Itxaso Azkune, neuróloga de Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ).
La experta hace hincapié en seguir trabajando para aumentar el conocimiento en todas las capas de población de los síntomas del ictus, ya que "actuar precozmente en estos casos es clave para el pronóstico del enfermo".
En función del área del cerebro afectada pueden producirse muchos síntomas diferentes. Algunos apuntados por la experta son: adormecimiento, "acorchamiento" o debilidad de la cara o una extremidad; dificultad repentina para hablar o entender correctamente, con posibles episodios de confusión; dificultad visual emergente; y pérdida brusca del equilibrio, coordinación o capacidad para andar o estar de pie.
Cada vez son más los hospitales dotados con "Unidades de Ictus", que disponen de monitorización continua, enfermería y neurólogos especializados al cuidado del paciente las 24 horas del día. "Esto permite un control estricto de todos los factores asociados a la evolución del ictus en las primeras horas, permitiendo la vigilancia y corrección de la tensión arterial, glucemia, temperatura y equilibrio hidroelectrolítico, entre otros".
Ello juega un papel clave para minimizar los efectos destructores de la isquemia cerebral, "evitando que aumenten las áreas privadas de oxigenación. La presencia de profesionales especializados y el uso de escalas neurológicas permiten, asimismo, una detección precoz del posible deterioro neurológico, ya sea por complicaciones asociadas o por la propia evolución del ictus", afirma la doctora Azkune.
Prevención
Tal y como apunta la neuróloga de IMQ, "en el ictus está demostrada la importancia de la prevención, lográndose un descenso significativo de los casos mediante una adecuada prevención de los factores de riesgo cardiovascular, tanto con la modificación de hábitos de vida como con la administración de tratamientos adecuados".
Son numerosos los factores de riesgo asociados al ictus, entre los que destacan "la edad, la hipertensión arterial, el tabaquismo, el aumento del colesterol y los triglicéridos, la diabetes, la obesidad, el sedentarismo, la presencia de cardiopatías potencialmente embolígenas (principalmente la fibrilación auricular), y el síndrome de apnea obstructiva del sueño, entre otros", explica la doctora Azkune.
Una de cada seis personas, tendrá ictus
Según muestran las estadísticas, uno de cada seis personas tendrá un ictus a lo largo de su vida; un tercio de los afectados fallece, (uno de cada cuatro en los siguientes 30 días), otro tercio tendrá secuelas y sólo el tercio restante se recuperará totalmente. Esta patología es, de hecho, la primera causa de muerte entre mujeres y la tercera entre hombres.
El ictus, también conocido como ACV (accidente cerebrovascular), puede dividirse en hemorrágico o isquémico. "El isquémico corresponde al 85% de todos los ictus y es en donde más se ha avanzado en su tratamiento. Se debe a una interrupción brusca del riego cerebral en un territorio arterial, lo que ocasiona un déficit neurológico congruente con las funciones que asume el área cerebral afectada. En el caso del ictus isquémico, la interrupción suele estar provocada por un trombo que tapona una arteria cerebral. En el ictus hemorrágico, la arteria se rompe y se produce una hemorragia interna y una pérdida de riego", concluye la doctora Itxaso Azkune.