La primavera aumenta los casos de conjuntivitis alérgica, que padece un 25% de la población

La conjuntivitis alérgica es la inflamación crónica de la conjuntiva y está causada por una alergia o una respuesta excesiva ante agentes externos. La primavera es la época con mayor incidencia

La primavera dispara los casos de conjuntivitis alérgica, que padece el 25% de la población en algún momento de su vida. Se trata de un trastorno ocular causado por una alergia o una respuesta excesiva a agentes externos, y que tiende a agudizarse en esta época del año, la primavera, y que afecta en especial a los niños. La conjuntivitis alérgica es una inflamación crónica de la conjuntiva, la membrana que recubre la superficie interna de los párpados y la superficie anterior del ojo hasta la córnea. A menudo está acompañada por una inflamación de la nariz (rinitis), y se denomina entonces rinoconjuntivitis.

Como explican las especialistas de la unidad de oftalmopediatría del ICQO (Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología), las doctoras Urrestarazu y Folgado, la conjuntivitis alérgica puede ser estacional o perenne y puede ser de tres tipos: conjuntivitis alérgica, queratoconjuntivitis vernal (primaveral) y queratoconjuntivitis atópica, cuyos síntomas son similares pero que sin embargo las dos últimas son muy rebeldes en cuanto a su tratamiento. Las más frecuentes en los niños son las dos últimas, y deben ser tratadas cuanto antes ya que por su posible afectación corneal, puede afectar a la visión.

El tratamiento

La conjuntivitis alérgica típica es la más común. Se presenta con ojos rojos y los síntomas son picor, lagrimeo, parpadeo excesivo, fotofobia, y la sensación de cuerpo extraño. Se puede tener un sólo síntoma o todos ellos. La intensidad de los síntomas puede ser muy variable, desde ocasionar una leve molestia o incluso pasar desapercibidos para el paciente, a provocar una reducción importante en la calidad de vida.

Los alérgenos más frecuentes que la provocan son determinadas sustancias ambientales como el polen, las gramíneas, olivo, ácaros o el  pelo de animales, medicamentos (antibióticos u otros), cosméticos y alimentos. El/la especialista recuerda a este respecto "que es recomendable evitar la exposición al alérgeno causante y proceder a una limpieza exhaustiva del hogar, evitar animales de compañía, no abusar de alfombras y cortinas o usar gafas para evitar que el aire directamente en los ojos".

El tratamiento para tratar estos tipos de conjuntivitis sigue una escala terapéutica, es decir, va de menos a más en función de la intensidad de los síntomas que presente el paciente. Los especialistas recomiendan intentar averiguar la causa que la provoca, y señalan que "es importante conocer la causa que origina la conjuntivitis para actuar sobre ella y evitarla, pero esto no es siempre es fácil de conseguir".

El tratamiento suele iniciarse con la puesta en marcha de medidas ambientales, lo que incluye evitar desencadenantes tales como el polvo, el viento, los ambientes muy secos, la exposición excesiva al sol o los posibles alérgenos; la aplicación de compresas frías para aliviar el picor ocular o lágrimas artificiales, también frías. Si los síntomas son más severos, los especialistas incluyen en el tratamiento la aplicación de antihistamínicos, corticoides tópicos, inmunomoduladores tópicos o inmunosupresores tópicos.

Para confirmar la existencia de alergia, es recomendable acudir al pediatra o al alergólogo, que podrá realizar al paciente una analítica completa, así como pruebas cutáneas.

La llamada queratoconjuntivitis vernal (primaveral), es una de las formas más graves de alergia ocular. Los síntomas pueden ser idénticos a la conjuntivitis alérgica (picor, ojo rojo, lagrimeo, fotofobia…) pero son más intensos, incapacitantes y con peor respuesta al tratamiento. Tiene una incidencia máxima entre los 4 y 13 años pero puede ocurrir entre los 3 y los 25 años. Se presenta como una inflamación crónica y bilateral de la conjuntiva. Durante su evolución presentan múltiples recaídas. Su aparición no se debe a un alérgeno específico, sino a estímulos como el sol o el aire. Es más frecuente en niños que en niñas y suelen mejorar a partir de la adolescencia. Y tiene mayor incidencia en climas secos y cálidos.

También se puede ver afectada la córnea hasta en un 50% de los casos de forma más o menos severa (un 9,7% desarrollan úlceras corneales) y puede afectar a la agudeza visual y, por tanto, al desarrollo visual del niño.

Por último, la queratoconjuntivitis atópica, es más común entre quienes padecen asma, rinitis y eccemas atópicos en otras zonas del cuerpo. El hecho de presentar una dermatitis atópica en la infancia predispone al desarrollo de queratoconjuntivitis atópicas y pueden durar toda la vida de la persona. La inflamación puede ser severa, produciendo la cicatrización de tejidos oculares, dando lugar a secuelas importantes.

5 consejos básicos

  1. Averiguar la causa para actuar sobre ella y evitarla
  2. Proceder a una limpieza exhaustiva del hogar
  3. Evitar el polvo, viento, ambientes secos, exposición excesiva al sol y posibles alérgenos. Evitar así mismo los animales de compañía
  4. Aplicar compresas frías o lágrimas artificiales para evitar el picor. Utilizar gafas para evitar el aire directamente en los ojos
  5. Si perduran los síntomas, el oftalmólogo, que le recetará antihistamínicos, corticoides tópicos, etc.

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