Aunque según datos del Ministerio de Sanidad en el periodo 2010-2017 se produjeron en España 15.489 muertes al año atribuibles a alcohol, el consumo está absolutamente normalizado en la sociedad. Así lo demuestran los resultados de la Encuesta EDADES 2023 elaborada por el Plan Nacional sobre Drogas. Según los mismos, un 9 % de la población de 15 a 64 años reconoció haber bebido diariamente durante los 30 días anteriores a la realización de la encuesta, mientras que un 6,4 % de los ciudadanos admitió haberse emborrachado durante el último mes.
Esa normalización, pese a todas las campañas informativas realizadas, afecta también a la interacción entre el consumo de alcohol y el uso de fármacos. "En general el riesgo de esta interacción es algo que se conoce, de hecho, se informa de ello en los prospectos de los medicamentos, pero a veces no se le da la importancia debida a las implicaciones y daños que puede ocasionar el mezclar alcohol y medicamentos", afirma José Manuel González de la Peña Puerta, miembro del Comité de Pacientes y Ciudadanía de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP).
Para contribuir a esa concienciación, desde SEFAP se advierte del riesgo de esta interacción, especialmente en el caso de determinados fármacos, como los somníferos o los medicamentos para el abordaje de problemas de salud mental, así como aquellos utilizados para la diabetes, para el control de la tensión o para evitar trombos. Unos riesgos que son todavía mayores en el caso de las personas mayores de 65 años. "El envejecimiento hace que el metabolismo se vea enlentecido, lo que se suma a que en muchas ocasiones este grupo de población toma medicamentos más proclives a interactuar con el alcohol, por lo que deberían extremar las precauciones", aconseja González de la Peña.
Los efectos adversos de los medicamentos dependen en gran medida del fármaco que se esté consumiendo (por ejemplo, en el caso de los fármacos para la diabetes, el alcohol puede disminuir el azúcar en sangre, provocando mareos y pérdidas de conocimiento), pero en general los más comunes debido a la mezcla son náuseas, vómitos, dolor de cabeza, mareos, y somnolencia; y en casos más graves hemorragias, alteraciones cardíacas o dificultad respiratoria.
Especialmente preocupante es el caso de los analgésicos y antiinflamatorios como ibuprofeno o paracetamol, ya que debido a su disponibilidad son de uso más común entre la población para tratar dolores o cuadros febriles. "Al tomar alcohol podría aumentarse fundamentalmente el riesgo de gastritis o úlcera gástrica, siempre y cuando su utilización sea crónica, ya que podría potenciar este efecto adverso", sostiene González. El experto reconoce que, si la utilización de estos fármacos es puntual, el riesgo no es tan alto, pero en todo caso señala que su mezcla no es lo más aconsejable, ya que tanto el alcohol como el paracetamol se degradan en el hígado, por lo que tomarlos juntos podría sobrecargar el órgano aumentado el riesgo de toxicidad hepática.