El tratamiento de la angina de pecho se realiza mediante revascularización quirúrgica o mediante la colocación de stents junto con la administración de medicamentos, como los betabloqueantes o los vasodilatadores, que disminuyen la presión arterial y la frecuencia cardiaca. El inconveniente de estos fármacos son sus fuertes efectos secundarios, con síntomas como el cansancio, la debilidad y la dificultad para realizar un esfuerzo físico.
Afortunadamente, recientemente han aparecido nuevos fármacos, como la ranolazina, que se basan en la acción sobre vías alternativas para mejorar el funcionamiento celular por el bloqueo de los canales lentos de sodio de las células del corazón. Este nuevo tratamiento apenas presenta efectos secundarios, no modifica la tensión arterial ni la frecuencia cardiaca y puede asociarse con otros fármacos.
Para combatir la falta de oxígeno en el corazón provocada por la angina de pecho se debía ralentizar el motor del mismo y, por ello, los pacientes sentían cansancio y no eran capaces de soportar el esfuerzo físico. Tanto la ranolazina como la ivabradina, funcionan a nivel de nuevos canales iónicos a los que, hasta ahora, no se les había dado importancia, de modo que no será necesario que el enfermo sufra efectos secundarios de este tipo.
El nuevo tratamiento supone un gran avance ya que apenas presenta efectos secundarios y puede asociarse con otros medicamentos.