Joan Carles March Cerdá, de la Escuela Andaluza de Salud Pública (Granada) es el autor principal de una investigación sobre la opinión de los padres acerca del consumo de alcohol de sus hijos.
El consumo de alcohol en nuestra sociedad está integrado en los hábitos sociales y es visto con normalidad y permisividad, pero es un problema de primera magnitud que conlleva importantes consecuencias en la transmisión de pautas de ingesta y en el aprendizaje social de consumo, sobre todo entre los más jóvenes.
El estudio se realizó en grupos de padres a los que se sometió a entrevistas de entre 90 y 120 minutos de duración en las que se les pidió su opinión acerca del consumo de alcohol en la adolescencia, la extensión del problema, el papel de la familia, las sanciones y las normativas vigentes.
Los resultados del estudio evidencian que los padres y las madres son conscientes de lo que beben sus hijos, pero prefieren quitar hierro al asunto y normalizan este consumo. Estos padres se apoyan, como punto de referencia, en el recuerdo de sus propias experiencias con el alcohol en su juventud y refieren un mayor control de sus progenitores y la desaprobación social clara del consumo excesivo.
Por otra parte, los padres tienden a contemplar al hijo bebedor como algo normal y propio de la adolescencia, mientras que las madres son más conscientes de los riesgos y se muestran más preocupadas, por lo que ejercen un mayor control.
Sin embargo, tanto el padre como la madre piensan que el uso de alcohol está extendido y aceptado socialmente. Entre los factores que promueven esta normalización social destacan la falta de autoridad, la indiferencia de los padres y los profesores, la ausencia de valores consolidados, el sentido cultural que se le da al alcohol en el ocio o la priorización de otros problemas de los adolescentes (tabaco o drogas). También creen que la falta de alternativas de ocio para los adolescentes y la falta de información a los jóvenes son responsabilidades no satisfechas por el Estado. El nivel de cumplimiento de las normativas vigentes se considera muy deficiente.
Si bien es cierto que las instituciones han realizado algunos proyectos como alternativas de ocio, el problema es que estos necesitan tener continuidad y ser lo suficientemente atractivos para los jóvenes. Por otra parte, las mejores medidas contra el alcohol son las preventivas, como prohibir su venta y la publicidad. Asimismo, es muy útil la notificación a los padres y madres cuando el adolescente acude ebrio a los servicios sanitarios y las sanciones educativas a los adolescentes.
Sin embargo, los padres deben comprometerse a evitar el consumo abusivo de alcohol de sus hijos. Deben estar pendientes de sus hijos y buscar ayuda si fuera necesario. Los autores del estudio defienden que para conseguir que padres y madres actúen con responsabilidad y conocimiento en la educación y en la intervención antialcohol de sus hijos, se requiere no sólo la colaboración de los profesores, sino también la condición de que los propios progenitores dispongan de las herramientas cognitivas necesarias de prevención e intervención. En este caso, se hace necesaria la elaboración de programas específicos de formación para ellos, como las escuelas de padres.