Aunque minoritarios, hay grupos de personas en la sociedad que son contrarios a las vacunas por considerar que entrañan más riesgos que los beneficios que proporcionan. Al respecto puede ser bueno recordar una frase con la que comenzaba un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS): "Imagine un mundo sin vacunas". Después, a lo largo del informe, la OMS recuerda lo que las vacunas han aportado a la humanidad en términos de salud, de evitación de enfermedades, y las repercusiones que todo ello ha tenido y tiene en productividad, creatividad, bienestar…
Dicho esto, si por seguridad entendemos inocuidad total, es decir, la ausencia total de cualquier daño en cualquiera de las personas que reciben cualquier tipo de vacuna, la respuesta ha de ser que ninguna vacuna es totalmente segura.
Ahora bien, si al hablar de seguridad nos referimos a la capacidad de proporcionar protección frente a enfermedades difíciles de controlar por otros medios y que ocasionan mucho sufrimiento, incapacidad y muerte si no se evitan, entonces las vacunas son extraordinariamente seguras.
Por lo general, las vacunas son bien toleradas y no se presentan efectos adversos más allá de lo que es el dolor del propio procedimiento o reacciones locales leves como hinchazón o enrojecimiento. Otros efectos secundarios suelen ser leves o moderados, y no dejan secuelas permanentes. Como con cualquier medicamento, existe la posibilidad de una reacción grave (anafiláctica) a la propia vacuna o a alguno de sus componentes.
Conviene saber que la evaluación de la seguridad de las vacunas es un proceso exhaustivo, que comienza por someter a los productos candidatos a convertirse en vacunas a una serie de pruebas que evalúan su seguridad y su capacidad inmunizante. Estas primeras pruebas se llevan a cabo en animales y, una vez superadas, se inicia lo que se conoce como ensayos clínicos, que se realizan en cuatro fases.
En la fase I se evalúa sobre todo la seguridad; en la fase II se continúa evaluando ésta y se estudia también la capacidad inmunizante. Los ensayos de las fases I y II se realizan en grupos reducidos de personas. Si estos ensayos dan resultados satisfactorios, se inicia la fase III, con estudios muy rigurosos en los que se incluye a un gran número de personas. Superada esta fase, y previa aprobación por parte de las autoridades sanitarias correspondientes, la vacuna saldrá al mercado y estará disponible para su uso. A partir de aquí, todavía se continúan llevando a cabo estudios de fase IV mediante los que se pretende detectar problemas (reacciones o efectos adversos) muy infrecuentes que no han podido descubrirse en las fases anteriores.
En definitiva, y en respuesta a quienes ponen en duda la seguridad y utilidad de las vacunas, cabe decir que éstas evitan una ingente cantidad de cuadros de enfermedad en todo el mundo, y que la única enfermedad que se ha podido erradicar hasta la fecha en el mundo, la viruela, ha sido gracias a la vacuna. Y no será la única; la próxima que se espera borrar del mapa es la poliomielitis, también mediante la correspondiente vacuna.