El largo período de confinamiento de casi 3 meses ha afectado especialmente a niños y adolescentes.
Según Paloma Méndez de Miguel, neuropsicóloga infantil del Hospital Quirónsalud San José, se ha detectado un aumento de la incidencia en consulta tras el confinamiento. En la mayor parte de las ocasiones el motivo de consulta ha sido por desajustes conductuales y clínica de ansiedad. Por otro lado, es esperable que aumenten patologías que estaban latentes antes del confinamiento y que acudan más niños a consulta con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) (sobre todo con compulsiones de limpieza), cuadros hipocondriacos, y cierta ansiedad asociada a asistir a lugares concurridos.
No obstante, hay algunas pautas que pueden ser protectoras tanto para los niños como para las familias en relación con el manejo de las situaciones creadas por el largo periodo de confinamiento, así como de cara a un verano que sin duda va a resultar especial como consecuencia de la limitación de algunas actividades, restricción de viajes o la posibilidad de no poder afrontar el gasto de unas vacaciones. "Debemos tener en cuenta que la capacidad de adaptación de los niños es inmensa, y es posible que mucho de ellos no vean tanto perjuicio si no pueden ir de vacaciones, creo que les costará más a los padres. Lo importante, en cualquier caso, es incorporar cosas a su rutina que les hagan sentir que están de "vacaciones", a través de modificación de horarios, tiempo fuera de casa, excursiones, etc.", señala Méndez.
A continuación se exponen algunas medidas que pueden ayudar a clarificar las pautas a seguir.
- Horario: mantener un horario constante es protector tanto para los niños como para las familias. Establecer un horario ayuda a la estabilidad emocional de niños, al estar de vacaciones la hora de levantarse y acostarse será distinta, pero es conveniente que haya regularidad.
- Establecer rutinas: la rutina favorece la estabilidad emocional, aunque sea una rutina de ocio, pues dar a los niños estructura hace que disminuya su ansiedad y se sientan más seguros y calmados. En función de las necesidades familiares se decidirán las rutinas a seguir. Los niños que tengan vacaciones similares a otros años también se beneficiarán de establecer cierta rutina diaria.
- Promover actividades físicas: los niños tienen una gran cantidad de energía que muchas veces neutralizan a través de su movimiento y de los deportes. La situación de confinamiento ha limitado esta oportunidad, pero no por ello ha reducido la necesidad de los niños. Por todo ello, ahora que pueden salir con regularidad es importante que practiquen deporte.
- Favorecer el contacto social: un amortiguador natural del estrés y una catalizador natural de las emociones negativas, son las relaciones sociales. Aunque la situación no permite el contacto tal y como era antes, es positivo que puedan ver a sus amigos y familiares, y compartir tiempo con su grupo de iguales.
- Limitar información COVID-19: los niños deben tener una explicación veraz del motivo de su confinamiento y de la necesidad de seguir las pautas de protección. No es necesario mantenerles al margen de todo lo que ocurre, pero es relevante limitar el flujo de noticias.
- Intentar ser un buen modelo de gestión: lo que más desestabiliza a los niños es ver a sus padres descontrolados. Pueden darse momentos malos dentro de casa, pero tratar de mantener la normalidad será protector, somos como el patrón de un barco, si sienten el miedo y la preocupación en el adulto, se transmitirá con facilidad.
- Calibrar bien los objetivos para evitar frustraciones. En ocasiones, con la mejor intención, los padres intentan llegar a todo y, en este caso, la situación de excepcionalidad vivida hace que tengan que hacer reajustes en sus expectativas. Quizá el verano no sea tan atractivo y estimulante como queríamos, pero los niños no necesitan tanto, solo mucho afecto y tiempo compartido de calidad.