Expertos en infancia proponen amplificar los mensajes para compensar la falta de información gestual a causa del uso de la mascarilla

El lenguaje no verbal ha de compensarles el no poder ver al completo los rostros de los adultos, de los que deducen sus intenciones y la aprobación o no de sus actos

El Centro de Atención Infantil Temprana (CAIT) San Juan de Dios de Sevilla propone ofrecer a los más pequeños un contexto de lo que estamos viviendo en la situación de pandemia, compensarles la información no verbal que se pierde con las mascarillas y dotarlos de herramientas proactivas y no reactivas, para evitar que crezcan y se desarrollen bajo la presión y el sometimiento del miedo.

La psicóloga del centro Lucía Ponce, ha explicado que desde hace nueve meses la sociedad está viviendo una situación excepcional pero sostenida en el tiempo, y responsablemente, la población está  cambiando la forma de relacionarse socialmente porque así lo exigen las medidas de prevención para frenar el contagio de la COVID-19. El uso de mascarillas ha intervenido en las nuevas formas de relación, y es que toda la información que se desprende del lenguaje no verbal facilitado por el rostro, al tenerlo medio cubierto, no llega al receptor al 100%.

Hay que tener en cuenta que los pequeños, desde muy pronto, hacen lecturas de las caras, de la información que les proporciona el gesto de un rostro. Ponce explica que los niños reconocen en el gesto de la cara de sus padres, profesores y adultos en general si, ante un comportamiento suyo, reciben aprobación o desaprobación, si lo han hecho bien o mal. "Al llevar mascarilla, les estamos dando la mitad de la información de nuestro rostro, por lo que la interpretación se le antoja más difícil. Es básico para las relaciones sociales tener el feedback de nuestras acciones y el reconocimiento de las intenciones de quien tenemos en frente, y ambas cosas se ven en los gestos de la cara", apunta.

Por ello, la psicóloga propone a los adultos la amplificación de los mensajes mediante el uso del lenguaje no verbal con otros elementos del cuerpo: "si llevamos la mascarilla y estamos interactuando con ellos, podemos decirle verbalmente que estamos sonriendo, hacer gestos de alegría con los brazos o jugar con el tono de voz para hacerles llegar esas señales emocionales, bajándolo y hablando lento para tranquilizarles o imprimirle energía si queremos trasmitirle que estamos contentos".

Igualmente, Ponce señala que, a la hora de reprimir un abrazo frente a un igual o familiar, hay que invitar al niño a expresar verbalmente su deseo de abrazar o besar al de enfrente, "tenemos que invitarlos a verbalizar el cariño con un ‘me encantaría darte un abrazo, pero es mejor protegernos ahora'. De esta manera estamos trabajando para que no haya ruptura entre el antes y el ahora".

Abandonar el discurso del miedo y ofrecer mensajes proactivos

La situación de pandemia ha hecho que se modifiquen los comportamientos sociales, y esto, también afecta a los niños, ya que "por ejemplo, ante un encuentro familiar, generalmente preparamos a los niños para que intenten evitar besos, abrazos, para que saluden con el codito o con el pie; intentamos instruirles para que cuando vea a esos familiares sea él o ella quien tome la iniciativa de mantener la distancia interpersonal". Sin embargo, al mismo tiempo que se hace esa preparación, hay que contextualizárselo alejando los mensajes de miedo, pues "hay que poner el foco el en la proacción, nunca en la reacción contra el miedo, es decir,  aquello de ‘si no te pones la mascarilla te va a pasar algo malo' hay que desterrarlo del discurso y cambiarlo por un ‘todos nos ponemos la mascarilla porque entre todos vamos a acabar con el virus', explica, indicando que la diferencia es sutil, pero fundamental para evitar que los niños de hoy se conviertan en adultos inseguros y desconfiados en el futuro.

La evolución y continuidad de esta pandemia está dejando ver comportamientos en algunos niños como dificultad a la hora de conciliar el sueño, irritación y malestar si no se pueden lavar las manos, incluso sensación de nerviosismo a la hora de salir a la calle. Esto puede venir como consecuencia de que el niño ha recibido mensajes erróneos y negativos. "El hecho de mantenernos en un estado de máxima alerta hace que nuestro cuerpo entero, cerebro, corazón, etc. estén sometidos a una tensión continua, y cualquier cosa que nos esté sucediendo en ese momento en nuestra vida se está procesando a ese nivel. Es por ello por lo que debemos evitar que en pleno desarrollo, los niños procesen las vivencias de este modo", apunta Ponce.

Bajo la misma premisa, la profesional expone que hay que explicarles a los niños por qué en algunos centros educativos o deportivos se está trabajando con grupos burbuja, porque de lo contrario se les puede estar enviando un mensaje de segregación: "hay que adelantarles que los llamados grupos burbujas son una forma de organización temporal para que, con el esfuerzo de todos los miembros de cada grupo, podamos salir de esta situación. Si no lo hacemos ellos pueden estar aprendiendo que las relaciones tienen que remitirse a un círculo único y pequeño, o que el de enfrente es malo, porque no está en mi grupo, contraponer los buenos-nosotros a los malos-ellos".

Nuestro modelo de relación está cambiando, ajustándose a las circunstancias de pandemia, y que esto podrá afectar a la forma de relacionarse de los pequeños si no les ofrecemos un contexto informativo positivo y de proactividad y dependiendo de cuánto dure esta adaptación que estamos viviendo en las relaciones sociales.

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