Durante el verano, las altas temperaturas afectan de manera especial a las personas de la tercera edad, ya que tienden a deshidratarse más rápido que el resto de la población, con el riesgo de sufrir caídas y desmayos por el calor. Esta circunstancia se acentúa si el mayor está bajo algún tratamiento médico y toma medicinas que interfieren en su organismo y temperatura corporal.
Para combatir de manera efectiva estos estragos del verano, los mayores deben poner especial atención en su dieta durante los meses de calor. David Curto, jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores, explica que "es vital darle mucha importancia a la alimentación de los mayores en verano para evitar problemas posteriores en su salud porque el mejor tratamiento siempre es la prevención".
El cambio de temperatura fomenta que se disminuya la sensación de hambre y se consuman menos alimentos, pero estos deben estar bien escogidos para que no repercutan en la salud del mayor. Estos deben ser ricos en vitaminas, sales minerales, agua y fibra, para compensar la transpiración corporal y asegurar una diuresis normal.
Los tipos de alimentos indicados para este fin son las verduras debido a que son fáciles de digerir y aportan agua. El pepino, las alcachofas y el pimiento son algunas de las más recomendadas en los menús fríos de verano. También son indispensables los cereales, siendo los más beneficiosos los integrales, como la cebada o el maíz, que no aportan grasas.
Las proteínas también deben de tener su hueco en la dieta de los mayores con el objetivo de garantizar el mantenimiento de la musculatura y la fuerza. "El invierno suele ser la época preferida de los mayores para consumir proteínas en forma de guisos y estofados", explica Yolanda Masa, nutricionista de Blua de Sanitas. Y añade: "pero con el calor, no apetecen y se pueden cambiar por otras recetas más frescas como ensaladas con pollo frío, pasteles tibios, huevos rellenos de carne o cualquier filete sencillo en la sartén".
Por otro lado, se deben evitar todos los productos excesivamente calóricos como embutidos, quesos curados o la leche entera. Y fomentar el consumo de frutos secos y pescado azul, que aportan ácidos oleicos y Omega3, tan necesarios para combatir la somnolencia típica de las horas de más calor del día.
Otro elemento fundamental para su dieta es el agua. Los niveles de hidratación se suelen corresponder con el consumo de 2 litros diarios de líquido. Si bien no es necesario que sea únicamente agua --se pueden convalidar con zumos y batidos--, no es aconsejable el consumo de alcohol fuera de las comidas.
Todo esto, acompañado de fruta de temporada como postre o como tentempié entre horas, supone una adecuada alimentación para las personas mayores que se preocupan por su salud durante los meses de calor.