Los límites son las normas y prohibiciones que se les ponen a los niños y son fundamentales para su desarrollo y evolución, pues les aportan seguridad y le muestran que sus padres son más fuertes y pueden proporcionarle protección.
Es necesario decir al niño "no" en ciertas circunstancias, pues ello le va a proporcionar una capacidad de frustración necesaria para aceptar los reveses de la vida diaria. Renunciar a los propios deseos es un aprendizaje fundamental para la vida, pues un niño sin frustraciones no sabrá encajar las decepciones de la vida cotidiana y sufrirá en su autoestima, pensando que el defecto está en él, que no es capaz de obtener el objeto de su deseo, y no en la propia dinámica de la vida.
Las normas deben ser pocas y claras. No se puede abrumar al pequeño con prohibiciones que no va a ser capaz de cumplir. Se han establecer normas fundamentales, que se deberán seguir sin excusas y de forma continua. Es necesario asegurarse de que el niño comprende la norma y no se puede excusar de su cumplimiento según las circunstancias, pues lo confundiría.
Los estímulos positivos son muy importantes y se debe felicitar al niño siempre que se lo merezca, especialmente si ha cumplido una norma nueva o un límite que le cuesta asumir. Esto le proporcionará confianza en sí mismo. Ser cariñosos pero firmes es importante y se deben aplicar sanciones y recompensas adaptadas a lo acontecido, lo que ayudará a evitar confusiones en el niño, enseñándole el principio de proporcionalidad según la gravedad de sus actos.
Es necesario que el niño sepa que nuestra desaprobación está relacionada con su comportamiento y no directamente con él y que le estamos rechazando. No se debe decir "niño malo" (desaprobación del niño), sino afear la conducta que se desaprueba, como por ejemplo "no muerdas" (desaprobación de la conducta).
Por otra parte, los niños comprenden mejor lo que se desea que hagan que lo que se desaprueba que hagan y, en general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ("habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("no grites").
Todas las situaciones extremas perjudican el crecimiento y desarrollo del niño:
- Establecer unos límites o normas demasiado estrictas o excesivas en cuanto a cantidad, pues ello no dejaría crecer al niño.
- No poner ningún tipo de límites a su comportamiento. Las consecuencias de esta actitud darán lugar a un niño que no tiene nunca suficiente, cuyas exigencias son cada vez más elevadas y donde las negativas serán vividas cada vez de peor forma. Estaremos, pues, ante un niño con gran dificultad en postergar la satisfacción de sus deseos, con lo que ello supone. Su autoestima quedará ligada a la posesión material de cosas; es decir, se generará en él una alta dependencia de las cosas materiales.
Para que el niño se muestre dispuesto a aceptar las normas o los límites marcados por los padres es necesario que se cumplan otras condiciones:
- Que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño.
- Los padres deben estar convencidos de aquello que exigen y, por tanto, han de luchar por su cumplimiento.
- Las normas marcadas por los padres han de ser claras y realmente necesarias y, por tanto, no han de ser excesivas, pues esto llevaría a que todas ellas sean ineficaces.
- Los padres deben comportarse de forma coherente a lo exigido, pues con el ejemplo también se enseña.
- Es normal y habitual que el niño quiera probar, con su actitud y con su conducta, hasta dónde puede llegar y cuál es la reacción de los padres si se sobrepasa el límite marcado. Es en ese momento cuando hay que mostrarse firmes, pues si se cede después costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas.
Todo ello no excluye (sino al contrario) la necesidad de que los padres adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la situación, al momento y edad concreta del niño.