El sueño no es una situación pasiva, sino un estado activo en el que se producen cambios en las funciones corporales y en la actividad cerebral que son de mucha trascendencia para el equilibrio físico y psíquico de las personas.
Se ha estudiado y se estudia de manera muy intensa la función o funciones que tienen tanto el sueño ‒el acto de dormir‒ como los sueños, y la verdad es que hay muchas y diferentes teorías y muy pocas demostraciones de cuál es el papel de ambos en nuestras vidas. Lo que sí hay es una constatación de que los humanos, lo mismo que todas las especies de animales dotadas de cerebro (fundamentalmente los vertebrados), pasan buena parte de su vida durmiendo, por lo que necesariamente el sueño ha de tener una función o funciones de importancia.
Hay un acuerdo general sobre que el sueño tiene funciones de restauración y protección y sirve para reajustar o conservar los sistemas biológicos, de manera que podamos desarrollar la actividad vital en las mejores condiciones.
De todas maneras, no todo es acuerdo en relación con las funciones que desempeña el sueño en nuestras vidas. Para algunos, el sueño no REM (de ondas lentas) se encargaría de la restauración corporal y el sueño REM del cerebral. Según otras teorías, el sueño tendría una función protectora tanto de la corteza cerebral como del organismo en su conjunto. Otras atribuyen al sueño funciones como la de conservar energía, contribuir a la maduración cerebral y consolidar la memoria.
En definitiva, la ciencia y la experiencia dejan claro que dormir es una actividad absolutamente necesaria para el ser humano. Durante el sueño se producen cambios en las funciones corporales y en la actividad cerebral que son de gran trascendencia para el equilibrio físico y psíquico de las personas.