La vida después de sufrir un accidente cerebrovascular o ictus representa una transformación radical para la mayoría de las personas afectadas. Sólo una tercera parte se recupera completamente, otra tercera parte fallece y, en el resto, las secuelas en forma de trastornos físicos o cognitivos condicionan su vuelta a la actividad diaria por la incapacidad para realizar determinados movimientos o acciones. Este deterioro se puede paliar, pero para ello hay que recurrir a los servicios de rehabilitación: a fisioterapeutas, psicólogos o terapeutas ocupacionales les corresponde la misión de intentar devolverles a una vida lo más normal posible.