La obesidad infantil, una pandemia silenciosa paralela a la de la COVID-19

"La pandemia y su secuela del confinamiento ha disparado la obesidad de adultos y de niños. El sedentarismo se ha acentuado con la limitación de movimientos, no poder ir al colegio o hacer deporte, y el aburrimiento en el hogar ha propiciado el consumo de películas y juegos, acompañado de la ingesta de todo tipo de chucherías. El resultado es que la obesidad infantil, según los últimos estudios en España, afecta a 4 niños de cada 10 escolares, entre los 6 y los 9 años, y es mayor en las rentas bajas", afirma la doctora Nancy Babio, presidenta del colegio de dietistas y nutricionistas de Cataluña, Codinucat.

"Los dietistas-nutricionistas observamos con preocupación que tenemos una pandemia silenciosa que es la obesidad infantil para la que no hay vacunas. El único remedio es luchar para combatirla con medidas preventivas. Tenemos que evitar que nuestros hijos se conviertan en viejos prematuros aquejados con enfermedades tan graves como la diabetes, la hipertensión arterial, infarto cerebral, la apnea del sueño o la artritis". Según la Fundación española del Corazón "la obesidad hace que los niños que la sufren sumen 30 años a su salud vascular".

El estilo de vida actual que incluye factores como sedentarismo, escasa actividad física, las dietas poco saludables, estrés psicológico, las alteraciones del sueño y excesivo consumo de alcohol, se ha comprobado que puede comprometer el sistema inmune, favoreciendo la infección.

Centrándonos en la obesidad infantil, veamos algunas medidas recomendables:

  1. La alimentación. En todo el mundo, el consumo de dietas altas en grasas saturadas, azúcares e hidratos de carbono refinados, alto consumo de comidas de tipo fast food, alto consumo de bebidas azucaradas, dulces, pan y cereales refinados se asocia la mayor prevalencia de obesidad y diabetes tipo 2, tanto en niños como en adultos y además se asocia con un aumento del riesgo de enfermedad grave y de mortalidad relacionada con la COVID-19. Las vacunas son menos efectivas en personas obesas.
    El consumo de alimentos saludables típicos de la dieta mediterránea tiene un efecto antiinflamatorio, entre otros, y es por ello recomendable la ingesta de verduras, legumbres y frutas, el aceite de oliva extra virgen, pasta, pan y cereales integrales, pescado y carnes de aves, bebidas no azucaradas, frutos secos, leche yogur y queso, 150 minutos de ejercicio a la semana y dormir entre 7-9 horas.
  2. La actividad física. El sedentarismo es otro de los factores de riesgo reconocidos asociados al desarrollo de obesidad especialmente el tiempo dedicado a ver la televisión. Se ha de evitar la exposición a las pantallas de ocio más de dos horas al día. Por otra parte, la mayor práctica de actividad física, la fuerza muscular y la capacidad aeróbica se han asociado a un menor consumo de alimentos superfluos.
  3. Numerosos estudios indican que la lactancia materna protege contra el desarrollo posterior de obesidad. Los bebés alimentados con leche materna se adaptan más fácilmente a los nuevos alimentos tales como verduras. España tiene una prevalencia de lactancia materna muy por debajo de las recomendaciones. Las entidades científicas recomiendan lactancia exclusiva hasta los 6 meses cumplidos del niño (180 días) y luego complementando con otros alimentos hasta los 2 años o bien hasta el deseo de la madre y del niño.
  4. La educación alimentaria en la escuela y en las familias es fundamental. Ahora bien, está comprobado que a los niños no basta con aleccionarles con charlas, sino que el mejor método es el trabajo en grupo, formando equipos, para que el escolar se sumerja en un ambiente que le permita mediante la acción-reacción aprender a identificar lo que es saludable de lo que no y cómo medirse con aquello que tanto le gusta pero que no es aconsejable.
  5. La actitud de los padres y profesores.  El principio "la restricción conduce al abuso" es aplicable a la conducta de los padres y profesores ante el niño con los productos no saludables. Nunca se debe prohibir sino enseñar y persuadir sobre la importancia de mantener una alimentación saludable.
    En este caso el dietista-nutricionista en la escuela juega un papel fundamental, no solo en asesorar sobre la dieta en la cocina o catering del colegio, sino que puede ser capaz de entablar un diálogo permanente con el niño y sus padres para concienciarles acerca de lo que es una dieta más adecuada acorde a sus características y actividad física.
  6. Las administraciones públicas. Debe haber un control de la publicidad dirigida a menores y sobre los alimentos que se dispensan en las máquinas de vending. El impuesto a las bebidas azucaradas ha dado resultados en muchos países del mundo para reducir su consumo y ha provocado que la industria ofrezca alternativas de azúcar cero y bebidas light. El etiquetado frontal, como el Nutriscore, permitiría a los consumidores identificar el producto saludable
  7. La intervención de un dietista-nutricionista en su especialidad de nutrición comunitaria permitiría reducir y prevenir la aparición de otras enfermedades asociadas a la obesidad. Hay numerosos estudios que demuestran que la incorporación de un dietista-nutricionista en la atención primaria favorecería la disminución de gasto sanitario en el tratamiento de la obesidad y sus patologías derivadas. Por cada euro invertido en tratamientos nutricionales se ahorraría 3 en ahorro de costes sanitarios. En España se gasta unos 2.500 millones de euros en la obesidad y en las patologías asociadas.

Por otra parte, La OCDE señala en su informe la pesada carga de la obesidad que lograr una reducción calórica del 20% en los alimentos con alto contenido en azúcar, sal, calorías y grasas saturadas podría prevenir un número elevado de personas desarrollarán  enfermedades no transmisibles en los próximos 30 años y conseguir un impactante ahorro en costes sanitarios al año.

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