Es un hombre que prima los valores del mundo tradicionalmente masculino, como son la competitividad, la fuerza, el éxito, etc., por encima de otros valores que se suelen asociar a la mujer, la sensibilidad, el cariño, la docilidad y la entrega. Ser varón implica, para estos hombres, ejercer su poder y su fuerza en sus relaciones, especialmente dentro de la familia o la pareja.
La violencia se aprende y la familia suele ser la vía por la que se adquieren estos roles de conducta. Es el ámbito en el que el padre descarga sus tensiones y frustraciones. Los hombres deberían aprender a expresar sus sentimientos negativos de otra manera y a defender sus derechos frente a quienes les agredan, y no descargarlos en su familia.
Muchas veces, el violador, más que satisfacer su deseo sexual, busca demostrar su poder dominando y agrediendo a una mujer.