En los últimos años la sociedad ha tomado conciencia del grave problema que constituye la violencia doméstica ejercida por el hombre sobre la mujer. Año tras año, los casos de violencia doméstica aumentan, con decenas de mujeres muertas a manos de sus parejas, creando alarma social.
Pese a todos los esfuerzos, realizados por el Estado, el fenómeno persiste y, es tal su presencia mediática, que silencia otro problema que se debe tener también en cuenta: existen también hombres maltratados. Muchos hombres sufren maltrato psicológico o incluso arañazos y golpes, pero les da vergüenza que se sepa que su mujer les pega. Además, si se animan a ir a la policía, allí les dicen que se lo piensen bien antes de denunciar, porque si la mujer dice que empezó él, el que va a resultar detenido será el hombre, ya que en este tema se contempla discriminación positiva a favor de la mujer.
Muchos juristas dudaron, cuando se aprobó la Ley Integral de Medidas para la Protección Contra la Violencia de Género, sobre su viabilidad y constitucionalidad y, ahora que el Gobierno se plantea una reforma de la ley, se producen nuevas opiniones enfrentadas.
Por otra parte, los hombres maltratados se encuentran en una situación de total indefensión ya que, al no reconocerse el problema, no existen medidas de ayuda y apoyo para ellos. De este modo, los teléfonos de atención a mujeres no atienden a los hombres que pasan por esta situación y sólo hay un centro en España (en la provincia de León) que da cobijo a hombres perseguidos y maltratados por sus parejas.
Los comportamientos violentos han estado ligados generalmente al género masculino. Sin embargo, en el tema de la violencia doméstica no se debe ignorar que, hoy en día, existe un gran número de hombres que sufren malos tratos por parte de sus parejas.
Quizá si se planteara el problema desde la perspectiva del maltrato hacia las personas, independientemente del sexo, se avanzaría mucho en el planteamiento de esta lacra social.