El asma es una enfermedad respiratoria crónica que se caracteriza por la estrechez (inflamación) e irritabilidad de los bronquios (tubos que llevan el oxígeno desde el aire hasta nuestros pulmones), que se desencadena por muy diversos motivos y que puede aparecer y desaparecer de forma más o menos rápida.
En las personas con asma, sus bronquios, como son muy irritables, se estrechan o tapan de forma brusca cuando se exponen a diferentes situaciones o cuando respiran algunas partículas irritantes.
Se trata de una enfermedad muy frecuente. El porcentaje de población afectada es alto; en los adultos oscila entre el 3% y el 9% y en los niños puede llegar a ser el doble. En España afecta al 3%-4% de la población adulta y al 8% de la infantil.
Es importante saber que, aproximadamente, una de cada dos personas con asma tiene algún antecedente familiar de haber padecido la enfermedad.
Probablemente la alergia constituya el factor ambiental de mayor riesgo para desencadenar el asma. De todas formas, es importante no confundir alergia con asma pues, si bien pueden estar muy relacionadas, no son exactamente lo mismo.
En nuestro país, las sustancias que con más frecuencia causan alergia son los ácaros, los pólenes de plantas, el pelo de los animales domésticos y los hongos.
El asma es una enfermedad con una evolución variable, que habitualmente tiene periodos libres de síntomas, seguidos por otros de agudización con una intensidad también variable, a veces muy graves.
Los principales síntomas son: el ahogo (fatiga), que es el más frecuente y habitualmente desencadenado por el ejercicio físico, incrementándose también por la noche; los pitos (silbidos o sibilancias), que quizás son el síntoma más característico de la enfermedad; la opresión torácica, que se refleja como tirantez en el pecho; la tos persistente, seca e irritativa, y la mucosidad espesa que cuesta expulsar.