Según un estudio realizado en Holanda, exponer al bebé al contacto con una mascota familiar (perro o gato) a partir de los tres meses de edad puede ofrecer protección ante la alergia a los ácaros del polvo.
El estudio analizó a 2.951 niños que habían sido controlados anualmente durante los primeros ocho años de vida.
Los investigadores no hallaron relación entre el diagnóstico de asma en los primeros ocho años de vida y tener un gato o un perro en la casa.
Según un estudio realizado en Holanda, exponer al bebé al contacto con una mascota familiar (perro o gato) a partir de los tres meses de edad puede ofrecer protección ante la alergia a los ácaros del polvo y el polen pero puede impactar de forma negativa sobre el desarrollo de asma.
El estudio analizó a 2.951 niños que habían sido controlados anualmente durante los primeros ocho años de vida. A los tres meses de vida, el 34% de los niños vivían con un gato en su hogar, mientras que el 16% tenía un perro en la casa, por lo que a los ocho años eran menos propensos a ser sensibles a varios alérgenos inhalables.
Entre los niños expuestos a un perro en el hogar después de los dos años de edad, desarrollaron sibilancias un 3,9% de los casos y tos seca durante la noche el 10,6% de estos niños y niñas, durante el año posterior. Estos síntomas, similares a los del asma, fueron evidentes después de tener en cuenta otros factores de riesgo vinculados a la alergia, como la exposición a otras mascotas o niños y al tabaquismo, el género, los antecedentes familiares y la duración del amamantamiento. Por otro lado, aquellos niños que no estuvieron expuestos a un perro manifestaron sibilancias en el 2,8% de los casos y tos seca en el 8,4%.
Pero, pese a estos resultados, los investigadores no hallaron relación entre el diagnóstico de asma en los primeros ocho años de vida y tener un gato o un perro en la casa.