Depresión - De interés - Preguntas frecuentes

La depresión supone una sensación de decaimiento más o menos profundo, apatía y desinterés por la vida. También supone un incremento de los sentimientos de culpabilidad y la aparición de una modalidad de pensamiento temeroso e inseguro que abre las puertas a la ansiedad. Es muy habitual que uno de los elementos más comunes de la depresión sea la ansiedad. También es muy común que la ansiedad sea el síntoma que más fácilmente reconocen las personas, ya que es el más incómodo y difícil de soportar. Sin embargo, la ansiedad suele enmascarar otros problemas de base no tan fácilmente reconocibles.

Los malos momentos son estados acotados que tiene un principio y un fin y una razón por la cuál sentirse de esa manera. Duran pocos días y no invalidan la actividad cotidiana. La depresión, en cambio, no necesariamente está referida a un acontecimiento en particular ni a una situación presente. A veces, ni siquiera sabemos porqué nos sentimos así.

Existen unos factores hereditarios, están implicados factores ambientales y los niños identifican, aprenden y comparten el humor de sus padres y hermanos. Hay factores desencadenantes, situaciones agudas, como la ingesta de tóxicos, las infecciones del sistema nervioso, las enfermedades crónicas, las pérdidas significativas, los conflictos familiares y entre compañeros, las situaciones de baja autoestima, etc. En la base del problema, se encuentra un substrato orgánico por alteración bioquímica de los neurotransmisores (sustancias mediadoras en el sistema nervioso).

A veces es difícil, pues se encuentra enmascarada; así nadie piensa que un niño intranquilo, irritable, desafiante o con dolores de cabeza o abdominales, pueda tener un estado depresivo. Hay una serie de signos o síntomas que ayudan a hacer su diagnóstico, como son:

  • Alteración duradera del estado de ánimo.
  • Pérdida de interés por las actividades durante la mayor parte del día o todo el día.
  • Disminución de la vitalidad, de la actividad o aumento del cansancio.

A alguno de estos o todos, habría que sumar otros como:

  • Alteraciones del apetito o peso.
  • Trastornos del sueño, irritabilidad, intranquilidad, agresividad.
  • Problemas de sociabilidad: fobia escolar, disminución en el rendimiento o actividades escolares, falta de atención, pérdida en la autoestima (hace el payaso, se siente culpable, etc.).
  • Conductas de riesgo: propensión a accidentes, mentiras, hurtos y absentismo escolar.
  • Somatizaciones en niños y adultos: empieza a orinarse de noche, mancha de heces la ropa interior y se queja vagamente, dolores de cabeza, de barriga, etc.
  • Ideas de muerte recurrentes y en el adolescente ideas suicidas, abuso de tóxicos, huidas de casa.

Depende del grado y de si existiera o no alguna complicación, pero en general responden bien al tratamiento, aunque no es raro que aparezcan nuevos brotes.

Aunque existen muchas razones por las que se podría esperar una mayor frecuencia de problemas depresivos en la edad adulta que en otras edades (debido entre otras cosas a que se trata de una edad en la que se producen muchas pérdidas y se producen cambios funcionales, sociales y familiares, aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas y discapacidad), la realidad es que el aumento del riesgo de depresión con la edad sólo se ha confirmado parcialmente. Estudios sobre depresión diagnosticada, generalmente, han informado de tasas menores entre la población de personas mayores, de manera que la edad no se ha encontrado relacionada con un aumento del riesgo de depresión clínica. Sin embargo, mientras la edad no es predictora de la depresión clínica, los informes de sintomatología depresiva en personas mayores, generalmente, son muy altos.

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