Los programas de rehabilitación cardiaca son fundamentales para el paciente que ha sufrido un infarto. El médico debe determinar el nivel de esfuerzo aconsejado mediante la realización de una ergometría al paciente y diseñará un programa de ejercicios individualizado que cubra las necesidades y respete las limitaciones del enfermo. También es fundamental acompañar este programa de ejercicios con apoyo psicológico que sirva al enfermo para afrontar los miedos y la ansiedad que el paciente suele presentar tras un ataque.
El ejercicio más beneficioso para el paciente que ha sufrido un infarto es el llamado aeróbico: caminar, correr, pedalear en bicicleta y nadar. En este tipo de actividades se movilizan muchos músculos. Sin embargo, el ejercicio estático o anaeróbico (como el levantamiento de pesas) tiene menos efectos positivos para el corazón y puede resultar peligroso si no se hace de forma controlada.
En cuanto a los beneficios del ejercicio en estos enfermos, se debe incidir en que ayuda a controlar la tensión arterial y los niveles de colesterol y de glucosa, ayuda a bajar y controlar el peso, disminuye la formación de coágulos sanguíneos y aumenta la capacidad para disolverlos, mejora la forma física y la tolerancia al ejercicio, ayuda a que el corazón funcione mejor (reduciendo el número de latidos por minuto), mejorando su contracción y desarrollando nuevas arterias. También reduce las arritmias, evita la ansiedad, la depresión y el estrés, y mejora la calidad de vida, reduciendo las recaídas y la mortalidad. Sin embargo, es preciso pedir consejo al médico antes de comenzar la práctica de deporte y la frecuencia cardiaca debe mantenerse bajo vigilancia.