Generalmente, los delincuentes juveniles operan en grupo, mediante lo que se denomina delincuencia callejera. Este tipo de delincuencia se matiza no por el tipo de bien jurídico lesionado, sino por la forma modo en que dicho bien ha sido lesionado. De tal forma que acepta a un amplio abanico de bienes jurídicos: la integridad física y sexual, la libertad sexual, la propiedad, la vida, etc.
A su vez, se llama callejera porque repercute de forma aguda y directa en el ciudadano corriente, es sentida por la masa de personas que forman el público y la opinión pública.
El perfil de los jóvenes dados a la delincuencia callejera corresponde al de una persona con un afán desbordante de agredir, por sentir satisfacción ante una situación violenta. Son sujetos socialmente inadaptados, con altas e intensas dosis de agresividad negativa.
Esta inadaptación social a la que están sometidos proviene de factores de tipo psicosociológicos nacidos de su socialización primaria y secundaria. En este sentido, especialmente la socialización primaria juega un papel fundamental en la adaptación social de la persona, una adaptación que debe aprenderse e inculcarse desde la edad infantil a través de la escuela, la familia y los propios organismos sociales.