Hay determinadas instituciones que por su influencia dentro de la socialización primaria son determinantes a la hora de prevenir o impulsar a los jóvenes hacia la delincuencia.
Esto ocurre en varios campos:
- En el campo de la educación escolar, donde pueden generarse reacciones de despecho social, agresividad y violencia, propiciados por una sensación de fracaso ante un contexto de competitividad y donde sólo se valora el éxito. Se tiende a juzgar como poco valioso al niño que "fracasa", creándoles sentimientos de frustración.
- En el campo socioeconómico y de relaciones sociales, donde las precarias condiciones económicas y unas relaciones sociales distorsionadas influyen de manera negativa en el niño. Esto desfavorece su adaptación social y la convivencia con otras personas. Están desorientados.
- En el campo de las relaciones laborales, donde los menores son utilizados como una fuente de ingresos económicos, incluso para sus propias familias. Se les explota laboralmente para conseguir un beneficio económico.
- En el campo de determinados grupos étnicos, cuyo aprendizaje de la delincuencia no es componente cultural de esta raza sino una actitud de defensa ante las circunstancias discriminatorias y marginales a las que tienen que hacer frente.
- En el entorno consumista de drogas y otro tipo de sustancias nocivas, dando lugar a una criminalidad endógena (delitos de imprudencia o dolo eventual) y exógena (falsificación de recetas, tráfico de estupefacientes o delitos contra la propiedad).
- En el campo de los medios de comunicación donde se presenta al delincuente como un héroe, víctima de la sociedad. A través de los medios audiviosuales están expuestos a estímulos antisociales que no saben interpretar, de tal forma que la violencia se presenta como algo normal.
- En el campo del tráfico de menores, donde son utilizados como cosas mediante la explotación, el sometimiento, la prostitución o el desarraigo familiar.
- En el campo de la política criminal infantil, de tal forma que cuando el menor tiene que interactuar con autoridades y funcionarios éstos los traten adecuadamente, sin emplear un lenguaje duro, sin usar la violencia física ni mezclándolos con delincuentes adultos.