Según la sabiduría popular, un buen remedio casero para el resfriado es tomar un vaso de leche caliente con miel, pero se debe analizar si esta teoría tiene algún fundamento.
Además de sus componentes nutritivos, la miel contiene inhibidinas, sustancias que le confieren una capacidad bactericida y antiséptica. Alivia la irritación de garganta, la amigdalitis y la faringitis si se toma diluida en agua caliente y se hacen gárgaras, o si se traga una cucharada directamente.
Por otra parte, los lácteos en general tienen la propiedad de aumentar la mucosidad y, por tanto, si se toman cuando uno tiene demasiados mocos empeoran el malestar y la mucosidad que aparece como consecuencia de gripes, catarros, infecciones de las vías respiratorias o alergias. Estos procesos pueden ir acompañados también de otros síntomas como fiebre, dolor de cabeza, tos, irritación de garganta, etc. Por este motivo, moderar el consumo de lácteos e incluso prescindir de estos alimentos, durante el tiempo que duren los mocos o la congestión, puede hacer que desaparezca la mucosidad, uno de los síntomas más molestos.
Algunos estudios afirman que una de las causas del exceso de mucosidad es el pH ácido de algunos lácteos como el yogur, mientras que otras fuentes señalan que son las proteínas de la leche de vaca las causantes de la excesiva producción de moco.
Teniendo en cuenta estos datos, tomar leche con miel para mejorar los síntomas del resfriado puede no ser lo más acertado. No obstante, esta combinación puede resultar muy eficaz para combatir situaciones de malestar general, escalofríos o cansancio, ya que tomar algo caliente cuando se está destemplado proporciona una sensación agradable y placentera.
Un remedio casero, que puede aliviar mejor el catarro y hacer que se formen menos mocos, es sustituir la leche por agua bien caliente, mezclada con zumo de limón y miel.