Una alimentación adecuada y la ingesta de suplementos bien escogidos pueden potenciar el sistema inmune, dotar al organismo de todos los nutrientes que necesita y compensar la falta de algunos de ellos para asegurar la presencia de antioxidantes que combatan los radicales libres. En el ámbito de la alimentación es importante resaltar que parece haber una relación estrecha entre las dietas ricas en grasas saturadas animales ‒incluidas las lácteas‒ y pobres en ácidos grasos poliinsaturados y la esclerosis múltiple. En todos los casos se podría demostrar la relación entre unos patrones anormales de omega-3 y la incidencia de la enfermedad.
Se cree por ello que las deficiencias de omega-3 interfieren en la formación de lípidos y deterioran de forma permanente la formación de mielina normal. Es igualmente interesante señalar la importancia de una sustancia, la glutatión peroxidasa, un elemento indispensable para proteger las células de los radicales libres y está demostrado que los pacientes con esclerosis múltiple tienen unos niveles bajos de glutatión peroxidasa.
Cabe destacar que en los pueblos que mantienen una alimentación equilibrada, baja en grasas saturadas y exenta de sustancias químicas no se registran casos de esclerosis múltiple.
Una dieta baja en grasas saturadas animales ayuda a retrasar el proceso de la enfermedad y la frecuencia de los brotes. Es conveniente consumir en especial pescados de agua fría por su alto contenido de ácidos grasos esenciales omega-3, cereales integrales y frutos secos, legumbres y verduras crudas.
En un estudio realizado recientemente se ha visto que la vitamina B3, más específicamente la nicotinamida, tiene un efecto protector sobre las células cerebrales.