El maltrato infantil crece en nuestra sociedad, incluso en nuestro entorno más cercano. Lo peor de todo es que no se dispone de datos fiables que nos muestren la dimensión real de esta epidemia.
El Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) reconoce que es complejo definir el término. Si bien, existe un consenso referente a los grandes síndromes del niño maltratado y las situaciones de alarma social, hay otras circunstancias que no se presentan tan evidentes. Los propios profesionales tienen sus criterios, lo que se traduce en múltiples definiciones.
El maltrato físico es, probablemente, la forma más conocida y aceptada de maltrato y se refiere a toda acción que provoque lesiones físicas como resultado de una agresión intencionada, ya sean golpes, patadas, tirones de pelo, quemaduras, etc. Los castigos físicos, si exceptuamos el discutido "cachete a tiempo", son un atentado contra la dignidad del niño que puede causarle irreparables daños emocionales.
El maltrato emocional, es la forma más extendida de maltrato y es el más tolerado por la sociedad. Los niños son insultados, humillados, menospreciados, amenazados, atemorizados por unos adultos que deben, por el contrario, fomentar su autoestima y su desarrollo personal.
Los indicadores del maltrato son aquellos signos físicos, características sociales o pautas de comportamiento del menor o de sus responsables adultos que señalan la posible existencia de agresiones físicas o psicológicas.
Indicadores de maltrato infantil
Indicadores físicos en el menor
Los indicadores físicos del maltrato infantil son de diferentes tipos:
- Magulladuras o hematomas (moraduras) frecuentes, en zonas no prominentes, de diferente coloración, a veces con la marca del objeto con el que han sido infligidos (cinturones, hebillas, marcas de dientes, dedos o manos...).
- Quemaduras: algunas también con señales definidas (parrilla, plancha, cigarrillos...).
- Fracturas sospechosas: múltiples o, por ejemplo, en la pierna si el niño no camina.
- Mordeduras humanas.
- Está constantemente sucio, con falta de higiene. Ropa inadecuada para las condiciones climáticas.
- Suele estar hambriento o tiene una alimentación y/o hábitos horarios inadecuados.
- Tiene problemas de aprendizaje escolar.
- Se aprecia constante falta de supervisión, sobre todo cuando el niño realiza acciones peligrosas.
- Tiene problemas físicos o necesidades médicas no atendidas (heridas sin curar o infectadas, infecciones leves recurrentes o persistentes, enfermedad crónica llamativa que no ha generado consulta médica).
- Es explotado, se le hace trabajar en exceso o no va a la escuela.
- Ha sido abandonado en la calle.
Indicadores del comportamiento del menor
Un menor maltratado suele tener comportamientos característicos:
- Es cauteloso respecto al contacto físico con adultos.
- Se muestra aprensivo cuando otros niños lloran.
- Parece tener miedo de sus padres, de ir a casa, o llora al terminar las clases y dejar la escuela. Raras veces asiste al colegio, o bien llega muy temprano y se va muy tarde. Se suele quedar dormido en clase.
- Muestra hiperactividad y/o agresividad.
- Puede decir que sus familiares le han causado alguna lesión o que no hay nadie que le cuide.
- Comportamientos antisociales, participa en acciones delictivas (vandalismo, prostitución drogadicción, alcohol...).
- Pide o roba comida.
- Son asustadizos, pasivos, negativistas: tienen falta de autoestima.
- Relaciones sociales escasas y/o conflictivas con comportamientos agresivos.
- Intentos de suicidio.
Indicadores de los cuidadores
El maltrato infantil se produce principalmente en el ámbito familiar, y uno de los padres es el autor en el 80% de los casos. Aunque no existe una personalidad definida del maltratador (cualquiera puede serlo), hay una serie de factores que aparecen con mayor frecuencia en estos casos:
- Fueron objeto de maltrato en su infancia.
- Utilizan una disciplina severa, inapropiada para la edad, falta cometida y condición del niño.
- No dan ninguna explicación con respecto a la lesión del niño, éstas no son convincentes o bien intentan ocultarla.
- Retrasos en la búsqueda de asistencia sanitaria.
- Parecen no preocuparse por el niño. Lo culpan o desprecian. La vida en el hogar es caótica.
- Tiene una enfermedad crónica que impide la correcta atención al niño.
- Está mentalmente enfermo o tiene bajo nivel intelectual.
- Abusa de drogas o alcohol.
Tiene falta de recursos económicos.