La pedofilia es el término que define la atracción sexual del adulto por niños y niñas que no han alcanzado la pubertad. La pedofilia está clasificada dentro de las parafilias o perversiones sexuales que aluden al comportamiento sexual de ciertos individuos que se excitan ante estímulos inapropiados; es decir, ante aquellos que no están socialmente aceptados. Según el manual de diagnóstico de los trastornos mentales (DSM-IV), la pedofilia se encuentra dentro de la categoría de parafilias, ubicada dentro de la categorización mayor de "Trastornos sexuales y de la identidad sexual".
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Las relaciones de pedofilia suelen estar marcadas por la dominación e incluso por la violencia que ejerce un adulto hacia un niño y, dada la falta de madurez sexual de los niños, cuya sexualidad se encuentra todavía en desarrollo, estas relaciones pueden causarle al niño problemas de tipo emocional y físico. De heco, se ha demostrado que esta conducta sexual causa graves perturbaciones en el desarrollo de los individuos.
La sintomatología esencial de la pedofilia se define con la presencia de fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican actividad sexual con niños. Los pequeños suelen ser menores de 12-13 años y el individuo ha de teneral menos cinco años más que el niño para que sea considerado como tal. Estas fantasías e impulsos sexuales provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad en el individuo.
El perfil del pedófilo
Las conductas de la pedofilia van del simple exhibicionismo hasta la penetración, y el adulto suele ganarse la confianza y el cariño del niño para luego llevar a cabo sus objetivos con dos tipos de conducta: la sentimental homoerótica y la conducta agresiva heterosexual. La sentimental homoerótica se concentra en los varones bajo la forma de caricias que le provocan el orgasmo. La agresiva heterosexual intenta satisfacer sus impulsos con niñas, con métodos que van desde la seducción a la violencia.
Aunque no existe un perfil exacto del pedófilo ni del pederasta, sí se pueden establecer una serie de características:
- En más el 90% de los casos se trata de varones.
- En el 70% de los casos superan los 35 años de edad.
- Suele tratarse de profesionales cualificados.
- Suelen buscar trabajos o actividades que les permitan estar cerca de los niños.
- Su nivel social es medio o medio-alto.
- En el 75% de los casos no tienen antecedentes penales.
- Su nivel de reincidencia es altísimo, aun después de ser descubiertos y condenados.
- No suelen ser conflictivos en la cárcel y muestran buen comportamiento (en la cárcel no hay niños).
- No reconocen los hechos ni asumen su responsabilidad.
- Normalmente, tienen una familia a su cargo e hijos pequeños.
- En más del 30% de los casos se trata del padre, el tío o el abuelo de la víctima.
- Generalmente, tienen fuertes convicciones religiosas.
El perfil del agresor es de un individuo solitario y con dificultad para establecer relaciones heterosexuales normales, que suele tener baja autoestima, con pocos recursos para enfrentar situaciones de estrés y que suele abusar del alcohol y/o de otras drogas. Por lo general, no presenta trastorno psicopatológico, pero suele cometer el delito en situaciones estresantes en un alto porcentaje de casos.
El pedófilo no se acerca a los adultos debido a que teme ser castrado por ellos, al ser representantes de sus padres. Se identifica con su madre y se relaciona con los niños de la misma manera como añora que debiera ser su relación con ella y, por ese motivo, elige niños que puedan representarlo a él mismo.
Los pedófilos pueden pertenecer a todas las clases sociales, pero son más peligrosos los individuos en que el niño confía por naturaleza, como un amigo de la familia, un sacerdote, un profesor, un bombero o un policía. Poco se sabe de las causas de la pedofilia, pero se cree que una de ellas es el aprendizaje de actitudes negativas hacia el sexo, como experiencias de abuso sexual durante la niñez, sentimientos de inseguridad y autoestima baja, con dificultad en las relaciones personales, lo que facilita la relación adulto-niño.
Desde el punto de vista moral, el pedófilo no es un deficiente mental exento de responsabilidades, ni un delincuente al margen de la ley y de la vida social y familiar, y puede ser un buen profesional o un buen padre de familia.
Los pedófilos actúan de diversas maneras para conseguir niños y niñas con la finalidad de abusar de ellos. Conocer su forma de actuar es fundamental para mejorar la seguridad de los menores y los padres, los educadores y los niños deben conocerlas.
Tras un primer contacto cuidadoso, para no asustar ni levantar sospechas, el pedófilo suele ser muy cariñoso con el menor: lo abraza, lo mima y lo colma de atenciones. Posteriormente, busca estar a solas con el niño que se siente agradecido por sus atenciones.
Muchos de los pedófilos tienen un nivel bajo de autoestima y se sienten mucho más seguros entre menores, y otros han sufrido, a su vez, abusos en la niñez. Un tercer grupo busca humillar y doblegar a los niños por haber sufrido el desprecio de otros niños o niñas durante la infancia.
La mayor parte de los menores víctimas de abuso sexual urbano o suburbano son aprehendidos en jardines públicos, a la salida de las escuelas y en los descampados. El menor, curioso y sin experiencia del mundo, es fácilmente sugestionable por las propuestas y actitudes de un adulto diferente, aparentemente simpático. A veces, las malas condiciones de vida familiar llevan al menor desamparado a vagar por las calles, en busca de un padre o de una madre imaginarios que acaban por encontrar en la persona del pedófilo.
Pederastia
En las sociedades contemporáneas los niños están expuestos a la prostitución infantil y son desposeídos de su infancia, pierden la confianza en los demás, particularmente en los adultos, y se quedan a merced de otros tipos de explotación, desarrollando enfermedad depresiva con riesgo de suicidio.
La prostitución infantil o pederastia es una práctica sexual realizada con fines de lucro o mediante el pago de un precio. A los que se encargan de vender los favores sexuales de los niños se les denomina proxenetas. La prostitución infantil es un auténtico negocio en ciertos países del tercer mundo y el turismo sexual facilita el acceso a estos niños al viajero pedófilo que corre así menos riesgo de ser denunciado que en su país de origen. Dicha prostitución nunca es voluntaria y va acompañada del miedo, el hambre, las drogas. Estos niños viven un auténtico infierno. Los menores que caen en manos de estas redes tienen pocas posibilidades de escapar.
Los expertos cifran en dos millones los menores explotados sexualmente en todo el mundo. El continente más afectado es Asia, con cerca de 600.000 niños prostituidos; en Filipinas son 300.000; en la India, 250.000; y 30.000 en Sri Lanka y Nepal. Esta red se extiende a Brasil, con 500.000 menores prostituidos, y los Estados Unidos con 300.000. En la mayor parte de los países del este de Europa no existe legislación alguna contra la prostitución infantil.
Alemania es el país con mayor número de turistas sexuales y de mayor demanda de material pornográfico. Le siguen Estados Unidos, Australia, Francia y Nueva Zelanda.