La pielonefritis se presenta con frecuencia como resultado de una infección urinaria, particularmente en presencia del reflujo de orina, ocasional o persistente, desde la vejiga hacia los uréteres o la pelvis renal. Aunque la cistitis o infección de la vejiga es común, la pielonefritis se presenta con mucha menos frecuencia, pero el riesgo aumenta si existen antecedentes de la misma o una infección urinaria crónica o recurrente.
Factores que predisponen a padecer pielonefritis son la pobreza o el ambiente hospitalario; también existen factores de carácter urológico, como las sondas, las anomalías, los cálculos o la obstrucción. Además, en la mujer diabética el número de infecciones es mayor, así como durante el embarazo.
El factor de riesgo más importante para la pielonefritis es la obstrucción, porque permite un mayor crecimiento y penetración de los gérmenes en los riñones. Los anticonceptivos tipo barrera aumentan cuatro veces el riesgo de infección y en la mujer sexualmente activa se multiplica por 40.
Los síntomas de alteración en el riñón son un dolor en el costado o la espalda, un dolor abdominal severo con fiebre, escalofrío y temblor, o piel caliente, colorada, enrojecida o húmeda, además de vómitos y náuseas. También puede dar la cara con síntomas de fatiga, malestar general o micción dolorosa con incremento de la frecuencia y urgencia urinarias.
Por su parte, la orina puede tener un color anormal o mostrarse turbia, con sangre y mal olor. Algunas veces, en las personas de edad avanzada, los cambios mentales o la confusión son las únicas señales de una infección del aparato urinario. En cualquier caso, los objetivos del tratamiento se dirigen a controlar la infección y a reducir sus síntomas. Éstos se resuelven generalmente entre 48 y 72 horas después del inicio del tratamiento adecuado.