Se diagnostica mediante un examen de ultrasonido para evaluar el flujo de sangre dentro de las venas, o una venografía, en la cual el médico inyecta un contraste dentro de la vena y luego toma una radiografía para buscar los coágulos de sangre.
Es necesario que el médico inspeccione las piernas del paciente para comprobar las lesiones típicas y que tenga en cuenta los diferentes factores de riesgo para esta enfermedad realizando una historia clínica completa. Dicha historia clínica, junto con la exploración física del enfermo, ya proporciona un elevado nivel de sospecha que se confirmará mediante las pruebas radiológicas.