El esófago de Barrett es una patología que se da en el 10% de los pacientes con enfermedad por reflujo gastroesofágico prolongada, una enfermedad presente en el 40% de la población y que se caracteriza por acidez en el estómago, ardor y regurgitaciones.
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Qué es
El esófago de Barrett es una alteración en la que las células que recubren el interior del esófago se ven reemplazadas por otras células. A pesar de que estas células no son malignas, se cree que su presencia en el esófago aumenta el riesgo de desarrollar adenocarcinoma esofágico.
¿Quienes la padecen?
Esta patología es frecuente en hombres con cierto grado de obesidad y con historia de pirosis (enfermedad por reflujo gastroesofágico) de larga duración. La detección del esófago de Barrett es muy importante para poder realizar un adecuado seguimiento a largo plazo y detectar de forma precoz las formas iniciales de displasia o adenocarcinoma mediante gastroscopia.
El esófago de Barrett es la única lesión con riesgo potencial de malignización de la enfermedad por reflujo gastroesofágico. Puede encontrarse hasta en un 5-15% de los pacientes sometidos a endoscopia por sospecha de ERGE. Entre los factores de riesgo que se han implicado está la edad por encima de 50 años, varón, raza caucásica y la obesidad, pero hasta uno de cada cuatro pacientes pueden ser mujeres o personas menores de 50 años.
¿Aumenta la frecuencia?
La incidencia del esófago de Barrett está en aumento hoy en día en nuestra sociedad, pero el riesgo individual absoluto de transformarse, de desarrollarse en un adenocarcinoma esofágico es menor que 1 de cada 1.000 pacientes con esófago de Barrett y año. El seguimiento que ha de hacerse en estos pacientes con esófago de Barrett estará en función del nivel de displasia encontrado en el análisis de anatomía patológica.
Si el resultado de la prueba de anatomía patológica es que no se encuentra ningún tipo de lesión, no existe displasia, podría hacerse el seguimiento endoscópico cada 3 años. Si lo que se encuentra es una alteración anatomo-patológica compatible con displasia leve habría que repetir la endoscopia a los 6 meses y entonces si es normal, repetir con una periodicidad anual. Y si la displasia que se encuentra es de alto grado, se requiere un seguimiento endoscópico mucho más estrecho. Tanto en este caso, como probablemente en el caso de la displasia leve, debería ser seguido por el especialista de gastroenterología.