Un animal de compañía, o mascota, es un animal doméstico que no está destinado a trabajar ni se cría con fines alimenticios.
En casi todas las sociedades humanas las mascotas suponen un fenómeno social muy antiguo. En la mayoría de los lugares del mundo, el perro y el gato son las mascotas por excelencia, con siglos de tradición y cría selectiva, aunque otras especies, como las aves de canto, los caballos, las carpas de colores, etc., se han hecho también un hueco.
El origen de las mascotas se remonta a la prehistoria, en los inicios de la domesticación de los animales.
Muchas de las especies utilizadas como mascotas son el producto de la cría selectiva, mediante la cual se han desarrollado características nuevas, muchas de las cuales aportaron caracteres más tranquilos y equilibrados que los propios de la especie salvaje, como es el caso del pastor alemán o el labrador. También se lograron morfológicos para adecuarlas a su cometido, como es el caso de los mastines y los perros de guarda. En otros casos, las variaciones han discurrido por el camino de la estética, como las variedades de colores de muchas aves, las múltiples colas y formas extravagantes de algunas carpas doradas y las variedades de angora de gatos o conejos.
El comercio de animales está sometido a legislación para asegurar las condiciones sanitarias y legales. En el caso de las especies amenazadas, en el año 1963 se desarrolló el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies de Fauna y Flora Salvaje Amenazadas (CITES), cuyo propósito es asegurar que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas salvajes no amenace su supervivencia en su medio natural.
